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Opinión

Donde mueren los sueños

Luis Javier Arias Martínez*

Una trágica circunstancia de la vida me puso frente a distintos hechos que todavía trato de procesar y comprender. El pasado sábado 8 de enero a eso de las 3 p.m., mientras revisaba el celular, de repente me encuentro en la página del Cerro de La Muerte un reporte de accidente con video incluido. Estando en casa me sorprendo al mirar que el lugar del suceso es precisamente en una pequeña finquita que poseo en Vara del Roble de El Guarco, exactamente en el kilómetro 47. Mi exaltación surge cuando observo que el lugar preciso era el que ocho días antes había estado chapeando con el peón, con la intención de que el tránsito de vehículos pudiera tener el panorama del peligro que se presenta en el sector, en tal oportunidad, con dificultad levanté y coloqué en su lugar tres señales de prevención que ya en anteriores ocasiones habían sido barridas por autos que se precipitaron.

Presentí que no pasaría mucho tiempo sin que, en ese lugar, cuya caída es de unos diez metros en vertical, no sucediera un grave accidente, sobre todo porque el precipicio queda exactamente en una curva al final de unos cien metros de recta, y que entre la superficie de rodamiento y el borde del guindo no queda ni un centímetro de terreno porque este se ha deslizado. Es como una rampa donde los vehículos saltan al vacío.

En la tragedia del sábado anterior falleció lamentablemente el conductor don William Sánchez Fallas y el tráiler que conducía quedó completamente destruido, sobre todo la cabina que se partió en mil pedazos y el contenedor que se desprendió, rodó unos treinta metros ladera abajo, hasta caer en un plano.

Un accidente más que enluta a una familia de un humilde trabajador, cuya fatalidad posiblemente se hubiese evitado si la agilidad y responsabilidad del Ministerio de Obras Públicas y Transportes hubiese reparado la valla protectora que está arrancada de cuajo desde hace unos tres años, lo mismo que la señalización.

En vista del congestionamiento no pude hacerme presente el día del accidente para conocer de la situación en mi propiedad, sin embargo, sí lo hice el domingo. Ahí, además del alboroto del barrio, me encontré un panorama desolador con olor a muerte, como si hubiese pasado un huracán que barrió con vegetación, cercas y portones. Estaban los personeros dueños de la carga y de la aseguradora revisando los resultados del hecho. De pronto un cúmulo de unos diez muchachos, campesinos de la zona deseosos de trabajar y ganarse unos cuantos colones, bajo la iniciativa de Jesús, un pintoresco lugareño que se hace llamar Beto León por su gran sombrero, negociaban para proceder a trasladar unas veinticinco toneladas de piña desde el fondo del precipicio hasta el nuevo contenedor que estaba en carretera. Un instante de profundo análisis sociológico, muchachos cuyas oportunidades en educación nunca existieron por diversas razones y que hoy conforman el ejercito de desocupados pues como lo dice su líder, “nos la jugamos camaroneando y tenemos un grupo que se dedica a jalar cargas de los carros que se accidentan en el cerro”. Al menos tienen la oportunidad de un honesto negocio, aunque sea producto del dolor ajeno. Imposible no reflexionar, tanto en lo sucedido, como en la tragedia de una juventud campesina dejada de la mano de las oportunidades, excluida del sistema educativo y que le pega pellizcos a la vida para ir comiendo cada día, cuando se puede.

Estaba en esa elucubración en medio de toda la barahúnda, el frío de la montaña y las presas de carros, cuando observé al lado de la carretera un par de trozos de la cabina del tráiler accidentado, tenían un párrafo escrito con letra gótica grande para leerse desde el exterior, junté los pedazos, los acomodé hasta donde se podía y alcancé a leer una parte del texto que decía: “donde mueren los sueños “. Ahí terminó mi día y comprendí que esta profunda coincidencia era el punto final para entender el mensaje de dolor del humilde trabajador fallecido como las esperanzas del ejército de jóvenes que afanosos trasladaban en sus hombros la fruta, para ganarse unos cuantos cincos. ¿Será acaso que al menos el nuevo presidente y diputados que estamos por elegir sean sensibles a este desastre de nuestras carreteras y a las necesidades de nuestra juventud para apagar los fuegos de un gran descontento social? Esperaremos con paciencia.

 

*Abogado y educador

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Sábado 15 Enero, 2022

HORA: 12:00 AM

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