Del aborto y su laberinto
Marvin Obregón A.*
No podemos negar que el presente tema conlleva a una encrucijada y quien lo aborde puede perderse en un laberinto. Si se practica el aborto legal, estaríamos abriendo una puerta, dando una licencia para suprimir vidas inocentes, pero, por otro lado, si no se permite estaríamos procediendo de manera injusta y violenta hacia las mujeres, quienes de alguna manera hayan sido víctimas de un abuso sexual, o por descuido quedasen embarazadas.
Si revisamos la historia, nos enteramos de que el primer país en autorizar el aborto voluntario y gratuito fue la Rusia soviética en el año 1920. Dicha ley no especificaba un límite de semanas apropiado para esa práctica y lo autorizaba solamente en hospitales, realizada por médicos sin ninguna remuneración.
En otros lados, se combatía y se combate dicha práctica castigando a las mujeres y a los médicos involucrados. Lo anterior ha conducido a que el aborto se haya practicado en la clandestinidad con las consecuencias sabidas como que empíricos las realizasen, o que comerciantes de la salud se aprovechasen de la circunstacia. Posteriormente países como Cuba (1965) Uruguay (2012) y México (2007) la legalizaron, aunque otros aun la prohíben bajo algún argumento. En los países donde se aprobó dio el derecho a privar de la vida a seres indefensos, así como dar más libertad a los ciudadanos de decidir sobre la cantidad de hijos que quisieran tener. De esa manera se controlaría la demografía en dichos países y desde luego el control de la natalidad resulta ser en este momento una cuestión necesaria.
Sin embargo, como es lógico pensarlo, con todas las ventajas que podamos observar en esa praxis, hay que ver que no se toma en cuenta el Sexto Mandamiento de La Ley de Dios que dice: “No matarás”…
En nuestro país, en donde el aborto terapéutico está estipulado en el artículo 121 del Código Penal, no estamos ajenos a las consecuencias derivadas de esta práctica , que si bien es cierto aún no se le ha dado “luz verde” , continúan los casos de mujeres que forzosamente traen a este mundo un hijo no deseado con las consecuencias, socio-psicológico-económicas consabidas posteriores para ella y la criatura .
Según encuestas, vemos que un 57% de los costarricenses acepta el aborto si la vida de la madre está en riesgo, o si afecta su salud (ver: www.ucr.ac.cr). Los movimientos feministas dejan muy claro que parte de la reducción de la violencia hacia las mujeres es precisamente poner en práctica la aprobación del aborto y que negar o prolongar la ejecución de esa ley es fomentar la agresión hacia ese género. Como lo apunta en un artículo la filósofa Viviana Guerrero de la UCR, las encuestas demuestran que en los movimientos de mujeres, de los derechos humanos y las organizaciones feministas, hay un impacto transformador sobre la opinión pública en torno al tema. Esa parte no es mala del todo pero hay que tamizarla, observarla para que no sea que dichas mujeres en su afán por lograr ese derecho estén tácitamente cumpliendo con los objetivos de una ideología dominante. Los medios, y ciertas agrupaciones no siempre suelen ser los mejores consejeros y muchas veces la gente los sigue sin hacer investigaciones (pro y contras) y sin valorar las consecuencias finales.
Obviamente, el no resolver, no consensuar los casos de mujeres o niñas violadas y no aceptar la práctica del aborto se convierte en un procedimiento de violencia y se ve desde cierta óptica como una imposición a la maternidad producto de aquella herencia patriarcal. No podemos estar de acuerdo en que una mujer que ha sido violada tenga que parir ese hijo porque una sociedad machista así lo dictamine. Es indiscutible que las mujeres tienen el derecho a elegir sobre su propio cuerpo así como si desean tener ese hijo o no, pero – como todo el mundo lo entenderá- no se pueden autorizar todos los casos de aborto sin que exista un examen particular; cosa que desde luego resultará difícil de poder satisfacer en todos los casos.
Lo bueno también es que las mujeres no se dejen llevar por movimientos feministas extremos, modas importadas, modelos de ideología de género extraños, quizás creados y pagados por élites poderosas quienes tienen otros intereses y se aprovechan de las necesidades de ellas y en detrimento de la humanidad. Una cosa es que ellas luchen por cambios sociales para lograr mejoras y otra es cumplir inconscientemente con mandatos inculcados por grupos de poder. Sería bueno revisar seriamente lo que dicen las llamadas “Teorías Conspirativas” acerca de un “Plan de Reducción de la Humanidad” gestado por las élites poderosas del planeta a las cuales el aborto les caería “como anillo al dedo” (además del aborto, hay otras estrategias sobre las cuales la mayoría guarda silencio; por temor a represalias, miedo al ridículo, etc…).
Es cierto, somos muchos habitantes en el planeta, pero una cosa es que cada uno tome medidas personales para atender responsablemente la natalidad y otra es que otros decidan por nosotros, por medio del aborto, movimientos sociales extremos, utilizando fórmulas inadecuadas y peligrosas como el ponernos a consumir alimentos transgénicos, vacunas que contienen compuestos desconocidos ,etc. De alguna manera, todo lo anterior contribuye quizás a controlar la cantidad de gente que vive en este planeta afectando nuestra salud a través de la manipulación genética y otras estrategias. ¿Es cierto esto último?
Que no sea que un derecho real de las mujeres, como es el de traer o no un hijo al mundo, esté gestado, condicionado, cumpliendo oculta y manipuladamente con preceptos de un Gran Otro… Sería bueno revisar esto…
*Bach. Psicología
