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Opinión

No es lo mismo Lalo Coto Mora que la locomotora

Marvin Obregón Agüero

El anterior dicho, trabalenguas, o como se le quiera llamar, es viejo, quizás pasado de moda, similar a otros tales como: “No es lo mismo verla venir que bailar con ella”, o “no es lo mismo un disco de amor que de a mordiscos” y quieren dar a entender que una cosa es mirar un problema desde la periferia (o desde la barrera como se dice en el caso de los toros) y otra es tener un problema. Estos dichos ya no los usan los millennials, o la generación Z, estas generaciones emplean otros dichos tales como: “¡Queeé rata…”, “Literal”, “¡Conoce!”, etc., que dicho sea de paso no nos dejan mucha enseñanza.
Somos buenos juzgando a los demás pero muchas veces nosotros cometemos errores más graves que lo que le señalamos al otro, o realmente no conocemos bien sobre el tema, o la persona juzgada, como para esbozar un criterio cierto, objetivo y firme. Sin embargo, estos “no es lo mismo” son una manera de ver las cosas desde otro ángulo, de no aceptar lo que se nos presenta como “lo normal”, de no conformarnos con lo que está mal y dejarlo pasar. De eso trata el “no es lo mismo” esbozado aquí…
Contrario a esto, está aquel otro que dice: “es lo mismo Chana que Juana”, dando a entender que si algo se hace de esta u otra forma está bien. En algunos casos los dichos nos ayudan a solventar un argumento o contraargumento. Por medio de los mismos nos damos a entender rápidamente ante nuestro interlocutor y son un medio para salir del paso, o de un embrollo discursivo, o para “salirnos con la nuestra”. El asunto es que nos pueden servir en cuestiones triviales, pero ya en cosas un tanto más serias, formales, o peligrosas, definitivamente no son tan funcionales. A muchos no les importaría si la tortilla que acompaña al gallo de salchichón está caliente o no y podrían decir: “No, no, pásela así, es lo mismo Chana que Juana”… pero si la tortilla viene sin nada estoy seguro que nadie la aceptaría. El problema se da cuando pretendemos aplicar “es lo mismo” a todos los aspectos de vida y extender esa actitud hacia cuestiones esenciales, veamos:
1) La vida antes y ahora con la pandemia
Definitivamente no es lo mismo. Cito el tema porque creo que es el de mayor importancia en la actualidad. La vida se ha vuelto más difícil, o mejor dicho nos la han hecho así mediante el Covid y el protocolo. Aunque muchas de las personas dicen que se han “acostumbrado” a usar la mascarilla, a tener que pararse a una distancia de 1,5 metros como mínimo de otra persona, vacunarse sin estar muy convencidos de que la misma realmente nos previene del virus, realizar la jornada laboral con una mascarilla que no permite respirar normalmente; jamás es lo mismo. Y como no es lo mismo, ya es hora de que las autoridades vayan pensando en quitarle al pueblo un poco de esa carga (rebajar las restricciones) que de por sí ya era bien pesada antes de la pandemia y ahora con esto es peor y todo se ha vuelto más difícil. La gente tiene que ver cómo se gana el pan nuestro de cada día como para tener más dificultades en la vida (posiblemente creadas artificialmente) y ver realmente qué tan necesarias son y no que sean el producto de disposiciones que obedecen a intereses globalistas.
Creo que ya he expuesto en anteriores escritos las razones del por qué hablo así. Les comenté antes que hace más o menos un año la Universidad de Copenhague de Dinamarca realizó un estudio sobre la efectividad de usar la mascarilla como medio de controlar el contagio del Coronavirus y ese estudio arrojó el dato de que la diferencia entre usar o no usar mascarilla era de 0,30 % con respecto al contagio. Es muy probable que si hiciese el mismo estudio en este momento en otro sitio del planeta, se obtendrían datos distintos a los que ya tenemos, pero al menos ya existe ese ensayo el cual nos brinda una luz para pensar: ¿Por qué seguimos en lo mismo? Y no solo es en esto, son muchos puntos que se podrían citar pero por razones de espacio no podemos hacerlo.
2) Los virus y las vacunas del pasado no son lo mismo que ahora
Sabemos que el sarampión tuvo su primera vacuna en 1963, las paperas en 1967 y la rubeola en 1969 y que luego Maurice Hilleman del Instituto de Investigación Terapéutica Merck desarrolló una vacuna combinada que funcionaria para los tres virus. En esos entonces nadie se cuestionaba nada y siempre supimos que los virus aparecían solos, pero ahora no es lo mismo, pues se supone que son fabricados en laboratorios y con una finalidad. Y las vacunas en aquellos momentos a pesar de que no se contaba con la tecnología, el conocimiento y la experiencia al día de hoy, confiábamos en que si uno se vacunaba estaba salvado, pero ahora no, nos dicen que a pesar de que nos vacunemos es posible que podamos contagiarnos de Covid.
Así es que mis amigos, como ahora los acontecimientos y sucesos en el planeta no son naturales sino artificiales y poseen una intencionalidad, ¡por eso, no es lo mismo!...

*Bach. Psicología

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Sábado 16 Octubre, 2021

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Marvin Obregón Agüero*

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