Que se parezca a EE.UU.
Lic. Roy Levell Brown
Se ha insistido en que las elecciones en sí mismas, es decir, el acto de votar, en la realidad no tiene mucha importancia para la vida democrática de un país. Que lo fundamental es la existencia de otras instituciones y prácticas democráticas, como la separación de poderes estatales (el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial), además se debe tomar en cuenta la existencia de una prensa libre y autónoma, por otro lado, el cumplimiento de un Estado de derecho, etc.
Todos los sistemas electorales determinan ganadores y perdedores y, por lo tanto, enfrentan intereses creados. Cuando un sistema se ha establecido, pasa a formar parte del régimen político. Las elecciones presidenciales de Estados Unidos son sin duda un sistema muy complejo. Según informaron la mayoría de los grandes medios de EE.UU., lo que supone que ya están distribuidos todos los votos electorales, de varios días de las elecciones, Biden habría logrado 306 votos electorales y Trump 232, también de acuerdo con los resúmenes ofrecidos por las encuestadoras y los medios esos son los números finales. El aspirante demócrata sobrepasó la cifra de 270 votos del Colegio Electoral (de 538) necesarios para llegar a la presidencia.
Como están las cosas, Donald Trump puede hacer mil berrinches, de nada le sirve porque la comunidad internacional está pendiente del nuevo inquilino que llega a la Casa Blanca. Lo interesante, todos se fijan en lo malo del gobierno Trump, como el caso del racismo, la verdad eso va para largo porque está en la sangre de la gente estadounidense, por otro lado, la pandemia sanitaria, cierto, no le prestó la atención debida al Covid-19, y precisamente eso le costó su reelección. Veamos algo tal vez positivo; en el ambiente internacional intenta que cada país pague sus facturas y que EE.UU. deje de estar figurando de chico bueno que paga las cuentas de todo el mundo, otro asunto; trata de traer de vuelta empresas norteamericanas radicadas en China, en parte, de ahí vienen las tensas relaciones comerciales con ese país. No ha sido artífice de guerras. Hay que ver los dos lados de la moneda.
Los resultados electorales 2020 reflejan una grave polarización política dentro de la sociedad estadounidense. La prioridad inicial de Biden probablemente será buscar la forma de restaurar la unidad nacional, no meterse en temas controvertidos en lo de asuntos exteriores, siempre ha enfatizado su deseo de ser presidente de todos los estadounidenses independientemente de su inclinación política, el coronavirus es el reto más inmediato y evidente, uno de los principales objetivos es levantar el programa económico, entre otras cosas.
El nuevo presidente es un centrista, y su número dos, Kamala Harris es de tendencia más progresista. Pero una parte de la coalición que le ha llevado a la Casa Blanca es ideológicamente de izquierda y está encabezada por políticos de esa línea como Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez y Elizabeth Warren. Así que, si Mr. Biden nombra un equipo a su medida, tendrá que afrontar la oposición de sus presuntos aliados.
Según afirma la prensa, este será un gobierno de transición, se presume que Biden no aguantará los cuatro años de fuerte ajetreo y al final terminará gobernando Kamala Harris y el ala izquierda. La verdad Harris es una negra falsa, su historial nada que ver con las raíces negras afroestadounidenses.
Si EE.UU. se inclina, aunque sea 180 grados a la izquierda, como pretende el plan progresista, el lema de campaña de Trump: “Make America Great Again”, es decir, “Que América vuelva a ser grande de nuevo”, más bien, “va a hacer de América un país tercermundista”. Mientras tanto, Biden continúa preparándose para asumir el cargo el próximo 20 de enero y, por otro lado, barajando nombres para formar su equipo de gobierno, ya los aliados del ala izquierda están pidiendo su cuota de poder. Su compromiso de campaña es construir una administración que se parezca a EE.UU., pues bien, podría ser un largo camino.
