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Opinión

La familia y el valor del trabajo

La voz del Arzobispo

Desde la óptica de la fe, la cuestión del trabajo obtiene una enorme trascendencia y, a la vez, aporta luces de gran valor para comprender la verdad más profunda sobre el ser humano cuya vocación al trabajo le lleva a procurarse el pan cotidiano, a desarrollar la obra del Creador y servir al bien de sus hermanos. “El trabajo humano es la vocación del hombre recibida de Dios al final de la creación del Universo” (Papa Francisco, 1 de mayo 2020).
Además de esta dimensión personal del trabajo humano, existe un segundo aspecto, a saber, el trabajo como el fundamento de la vida familiar, la cual es un derecho natural y una vocación del ser humano. Por ello, como nos enseñaba Juan Pablo II, estos dos ámbitos de trabajo y familia “deben unirse entre sí correctamente y correctamente compenetrarse” (Juan Pablo II, Laborem Exercens, n.10). En este sentido, los padres de familia deben ser los primeros en promover el compromiso, el servicio y la responsabilidad mutua como parte esencial del proceso de educación en valores de sus hijos.
Es en la familia dónde se siembra la profunda estima al trabajo, al esfuerzo diario, a la disciplina, a la honradez y a la lucha; también es allí donde se debe instruir a los hijos sobre una ordenada conducción en el uso de los bienes materiales y en la necesidad de un trabajo digno, de una sabia administración para la promoción de todos los miembros de la familia sobre nociones básicas de economía doméstica. Esta misión educadora de la familia es insustituible.
Jesús, modelo del hombre nuevo, es también en este campo nuestro gran referente: El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre… trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre” (Gaudium et spes, n.22).
El Señor recibió ese ejemplo de virtud y laboriosidad en el seno de su propia familia conformada por una mujer ejemplar en todo sentido y un padre trabajador, de hecho “San José era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo” (Papa Francisco, Carta Apostólica Patris Corde n,6). La familia es la gestora de la cultura del trabajo digno y evita que el trabajo del hombre y el hombre mismo se reduzcan al nivel de simple mercancía.
La actual crisis sanitaria, aunada a la crisis económica, ha causado una profunda herida en nuestra sociedad y en la familia como base de esta. Males como el desempleo, la desigualdad y la exclusión se han acelerado dramáticamente y aún no visualizamos sus consecuencias. Que este año del Bicentenario de nuestra Independencia hagamos votos para revertir estas tendencias, dando en particular, especial atención y protección a la familia que bajo el seudónimo de “burbuja” ha demostrado, nuevamente, que es la elemental y primera institución capaz de mantener la llama de la vida.

*Arzobispo Metropolitano

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Lunes 03 Mayo, 2021

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Mons. José Rafael Quirós*

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