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Opinión

El valor de la palabra empeñada

Ana Victoria Badilla*

El 16 de marzo el Diario La Nación denunció que un magistrado  se aferra a su fuero de inmunidad para no enfrentar una causa judicial, el 17 el magistrado contestó que renunciará a la inmunidad “si la Fiscalía lo dispone”. Por su parte, los diputados “afirman que Sánchez debe cumplir su palabra.”

Analizando el tema vemos que ambos, el cuestionado y los legisladores, están equivocados. Por lo que es procedente analizar los hechos para demostrar el error.  Cuando el ahora magistrado pretendía ser electo hizo una promesa  sujeta a una única condición: su nombramiento. Así en escritura otorgada el 31 de agosto de 2016 declaró, bajo la fe del juramento, que en caso de ser electo renunciaba expresamente al fuero de inmunidad.

De acuerdo con nuestra legislación, cumplida  la condición, se debe consumar la promesa, situación que es de conocimiento básico de cualquier estudiante de derecho. Sea, es claro que una vez que fue electo magistrado se tenía por renunciada la protección procesal para el caso que ya era de conocimiento de los diputados que lo apoyaron y de los que no.

En cuanto a los diputados, ya ellos tienen el documento de renuncia a la inmunidad que fue meridianamente expresada en la escritura 85 otorgada ante un abogado en San Francisco de dos Ríos, y que está incorporada al expediente 19629. No requieren solicitarla nuevamente, la renuncia es clarísima,  y está escrita con carácter de juramento.

Desafortunadamente, el novel magistrado no solo ha olvidado principios básicos de derecho, sino, y más importante aún, el valor de la palabra empeñada. En aquellos tiempos en que los señores se comprometían por el “pelo de un bigote” y mantenían su “palabra de hombre” mi padre decía: “al buey por la cachamenta y al hombre por la palabra”. Cierto es que esos valores se han diluido, pero es muy grave cuando  quien los vulnera es un miembro del Poder Judicial, cuya grandeza exige transparencia y honestidad.

Hoy el magistrado intenta modificar su juramento y recurre a una argucia inaceptable para cualquier jurista: una modificación a la promesa dada, impone otra condición (obviamente no es de recibo), afirma que renunciará a la inmunidad si la Fiscalía lo dispone.  Pero es que nadie puede disponer que renuncie, él ya lo hizo, y de una manera muy seria: bajo la fe del juramento, la condición fue dada y el hecho consumado, no hay más que discutir. Su palabra fue consagrada y él debe cumplir.

Identidad. El divagar del magistrado sobre sus propias palabras y juramento  me hizo recordar algo que leí hace unos meses sobre el valor de la palabra empeñada: La palabra dada,  es como nuestra principal tarjeta de presentación. El valor que doy a mi palabra es mi identidad, define lo que soy, quien soy y como me relaciono con los demás. Define mi credibilidad,  establece si soy o no digno de confianza no sólo en lo personal sino en lo profesional. Mi palabra soy yo. Si algo puede establecer lo que valgo es la credibilidad en lo que digo, por las implicaciones que tiene.” (Carpe Diem, Lorena Stagnaro Navarrete, 2015.)

Por el bien del Poder Judicial, de la ciudadanía, en aras de la transparencia, de la verdad y de los valores consagrados en nuestro himno nacional, esperamos que la promesa del magistrado Sánchez sea honrada, como lo requiere su palabra y su investidura, sometiéndose al proceso penal correspondiente sin los temores que hasta este momento, aparentemente, ha dejado ver.

 

*Abogada

 

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Martes 28 Marzo, 2017

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