Mano dura con las barras

EDITORIAL

Medio país estaba viendo el clásico del fútbol nacional, era una tarde de domingo familiar, soleada y bonita, todos expectantes por ver quién ganaría ese partido.

Pero de un momento a otro comenzaron los episodios violentos. Todo parecía un pleito entre dos aficionados de la barra del Saprissa, pero se pensó que no pasaría a más.

Sin embargo aquello terminó con 15 personas detenidas, policías antimotines controlando el molote y sangre. Las escenas fueron bochornosas y pusieron en riesgo el encuentro. Hoy todos están libres.

La conducta de algunos seguidores de la barra La Ultra, en medio del encuentro ante Liga Deportiva Alajuelense (LDA), deja mucho que desear y de nuevo pone en la palestra el tema de la violencia en el fútbol.

¿Qué tan seguros son los estadios para ir con la familia, con menores de edad? ¿Por qué las barras siguen sin ser sancionadas por parte de los clubes? ¿Quiénes están frente a estos grupos de aficionados que terminan pareciendo bandas?

Sinceramente lo sucedido deja mucho que desear y sabemos que no son todos los seguidores quienes se meten en este tipo de grescas, pero bien dicen que pagan justos por pecadores. La gente critica que los aficionados que integran las barras son hasta maleantes, lo cual no es cierto, pero con acciones así poco se puede hacer.

A estos aficionados del equipo morado se les olvidó que al estadio se va a disfrutar del deporte, a gritar y cantar consignas de la escuadra de su preferencia y compartir sanamente, a ver a los jugadores, a desgalillarse en cada gol o en cada buen pase, pero a buscar pleito y terminar ensangrentados no.

La tarde de este domingo armaron un zafarrancho que puso a todos manos arriba, al extremo que intervinieron hasta los agentes antidisturbios de la Fuerza Pública. Escudo y bato policial en mano tuvieron que poner orden.

Lo sucedido no es nuevo, los hechos violentos en el fútbol han dejado en este país hasta saldo de muerte y ataques a personas con resultados irreparables.

Si no que lo diga el vecino de Cartago que por poco pierde la vida cuando un aficionado de otro equipo le lanzó una piedra sobre la cabeza, que lo dejó con grandes secuelas físicas y cognitivas.

Está el caso del joven que fue asesinado en un partido de Herediano hace un par de años, también en rivalidades de barras.

Estos episodios, si bien son historia, forman parte de esos actos repudiables que no se justifican, que atemorizan a los seguidores y dictan reserva en torno a las barras de fútbol.

Muchas veces las barras de los equipos más grandes del país son la mancha en la hoja blanca de un partido, pues algunos de los juegos terminan alterando el orden, arriesgando a los seguidores responsables y obligando a la policía a movilizarse de forma masiva, lo que representa un gasto de dinero innecesario.

Pleitos similares obligaron años atrás a los clubes a quitarles todo tipo de beneficios a esos grupos. Es necesario que eso se mantenga y no sean los equipos quienes financien la operación con entradas y hasta transporte privado para que lleguen a los encuentros.

Es evidente que los clubes de fútbol en teoría solo venden las entradas para cada partido y que en las puertas hacen una revisión generalizada por motivos de seguridad, no dejan entrar armas, paraguas, monedas, botellas ni otros objetos que podrían causar heridas, pero esto no es suficiente.

Los administradores de los recintos deportivos son los propios equipos y cargan con la responsabilidad de un evento. A veces con tal de inflar la taquilla y llenar las graderías a más no poder dejan por la libre el ingreso de personas no deseadas y se desata el caos.

Existe una responsabilidad de los clubes en todo esto, no pueden aducir que llevar control de los miembros de las barras es absolutamente imposible porque debe haber una forma de hacerlo por la seguridad de los demás visitantes, del equipo, de los trabajadores del lugar y de los propios agentes de seguridad privada.

Otro aspecto de especial relevancia es la intervención de la Fuerza Pública. ¿Cómo es que en un evento privado, como son los partidos, tengan los efectivos policiales que resguardar a aquel gentío, mientras las organizaciones se frotan las manos contando los billetes que entran a sus arcas?

La ley es clara al indicar que los primeros responsables del evento son los clubes de fútbol, pero a decir verdad contratan empresas que no tienen la contención para enfrentar situaciones de estas magnitudes y es entendible, pero en las calles la inseguridad está terrible y los efectivos cuidan.

A esto urge ponerle coto y mano dura por parte del ministro de Seguridad. Es sencillo, es cuestión de tomar la sartén por el mango y pasarles la factura a los señores de los equipos, como lo hacen cuando los tarjetean.

Es decir, además de suspender partidos y sancionar estadios, la normativa debería indicar que ante disturbios y desmadres, los administradores del club están obligados a pagar una multa, asumir los gastos que implica para Seguridad Pública desplegar efectivos y por supuesto los daños materiales y morales si los hubiera.

A ver si acaso cuando se trata de tocar bolsillos y poner en orden se van a andar por las ramas.

Representantes del fútbol nacional, llámense dueños, técnicos, jugadores o administradores, es hora de poner un alto al descontrol, de dignificar el deporte nacional y honrar a las aficiones sanas y respetuosas que visitan los estadios para disfrutar del deporte.

Las barras son las mecedoras de una tarjeta roja con suspensión vitalicia de partidos. En buena hora el Saprissa le dice al público en general que la gradería de sol será ahora un recinto familiar.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

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Martes 11 Febrero, 2020

HORA: 12:00 AM