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Opinión

¿Inseguridad, percepción o realidad?

La última encuesta de CID Gallup dada a conocer justamente en DIARIO EXTRA revela que los ciudadanos se sienten más inseguros al caminar por sus comunidades y tienen una percepción de que hay más delincuencia. 

Ante la consulta “durante los últimos cuatro meses, ¿considera usted que el crimen y la delincuencia en su comunidad han aumentado, disminuido o se han mantenido igual?”, un 58% respondió que percibe un aumento.

Los datos arrojan que las mujeres, los jóvenes y los residentes fuera del Valle Central son los que reportan un mayor crecimiento en la delincuencia.

El estudio muestra que en 2017 el sentimiento de inseguridad era elevado, pero bajó relativamente entre 2018 y 2019, sin embargo para 2020 se registra un disparo considerable. 

Mientras las personas salen a la calle asustadas y de alguna manera temen ser víctimas o toparse con algún hecho delictivo, las autoridades del Ministerio de Seguridad Pública muestran cifras que contrarrestan esta percepción y desacreditarían el resultado de la encuesta. 

Veamos. Datos oficiales revelan que durante 2018 y 2019 se produjeron 1.261 asaltos menos que el año anterior, cuando la cifra cerró en 14.257 eventos denunciados. 

Viendo estos números podría decirse que afectivamente hubo menos robos y que esto de que hay o no más inseguridad es relativo. Igualmente sucede con el número de homicidios, que bajó en más de 20 víctimas respecto al año anterior. 

Hay 1.200.000 hogares en Costa Rica, un 17% implica que hubo alrededor de 200.000 robos y asaltos desde septiembre del año pasado o 51.000 al mes. Y se conoce que un porcentaje mayoritario no se reporta a los órganos correspondientes para su seguimiento.

Si bien el ministro de Seguridad, Michael Soto, aduce que es un logro innegable que menos personas hayan encontrado la muerte de forma dolosa, es decir, con alevosía, premeditación y ventaja, hay un factor que no puede invisibilizarse, la cantidad de homicidios asusta. 

La delincuencia existe, es un fenómeno real y no podría tratar de desacreditarse el sentimiento o la percepción de inseguridad de los ciudadanos solo porque las estadísticas muestren disminuciones en los hechos delictivos. 

Es evidente que hay criminalidad, que es alta y que deja víctimas, pero existe una situación que agrava el asunto y es que muchos de los ofendidos o afectados no denuncian.

La falta de aviso a las autoridades correspondientes, entiéndase no reportar un hecho criminal como un asalto, un hurto o un robo, además de agresiones, hace que las estadísticas que presenta el propio Estado tengan márgenes de error. 

Tal como lo confirmó el experto en seguridad Álvaro Ramos, la percepción de inseguridad es una realidad innegable porque hay datos que no se conocen y no se pueden hacer a un lado para luego dar por un hecho que baja el número de menos antisociales, de robos y de víctimas.

Hay números negros y eso es un hecho. No podemos tapar el sol con un dedo, Costa Rica no es la misma que hace cinco años, para no irnos más atrás. El crimen organizado le asesta un golpe brutal a la sociedad, existe un mercado de drogas que se estableció con gran potencial y con ello vinieron los ajustes de cuentas y otros delitos conexos.

Pero también existe una altísima impunidad en el país. La policía detiene a los criminales, pero el sistema judicial los libera por las razones que sean, dejando no solo un sentimiento de inoperancia de la administración de justicia, sino también acrecentando el miedo y la percepción de inseguridad. 

Nadie puede negar que la directriz de traslado masivo de reclusos al sistema semiinstitucional, aplicada por la administración Solís Rivera, tres o cuatro años más tarde aún sigue pesando en el subconsciente de los ciudadanos. 

Esta práctica en boca de la ministra Marcia González no ha sido replicada por este gobierno, pero lo cierto es que ahora desde los estrados judiciales para no abarrotar los centros penales más de lo que ya están las penas alternativas de brazalete y otras mandan gente riesgosa a las calles.

Con esto no decimos que no puedan aplicarse, en buena hora existen los filtros necesarios para determinar que quienes obtienen estos beneficios no son una doble amenaza para la sociedad y que la ciudadanía no corre riesgo.

Otro de los elementos que llevan a los ticos a considerar que salir a la calle y hasta estar en la casa es un riesgo latente de ataque de la delincuencia es la lenta resolución en los procesos judiciales. La justicia no es pronta ni cumplida, entonces las víctimas o sus familiares no se sienten respaldados y piensan que el malhechor no recibe castigo por su delito.

La violencia en los hechos delictivos también aumenta. Los maleantes son más agresivos y parece que cualquier ataque no termina sin antes derramar sangre.

Sabemos que los diferentes cuerpos policiales hacen un gran esfuerzo para mitigar este flagelo. Podríamos pensar que lo idóneo es dotarlos de más recursos para personal, infraestructura y tecnología, pero existe un elemento más importante, la inversión en prevención.

Costa Rica debe replantear algunas de sus estrategias en materia de criminalidad. Está muy bien el combate directo a la delincuencia, pero estaría mejor si llega de la mano de campañas de educación, información y prevención a la población, y si se trata de capacitar a las generaciones más jóvenes mejor.

La seguridad es un asunto de todos, también debemos los ciudadanos ser conscientes de nuestro rol de colaboración y responsabilidad. La denuncia pública tiene un valor incuantificable.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Viernes 10 Enero, 2020

HORA: 12:00 AM

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