La sobrevivencia, nuestra lucha
Norberto E. Garay Boza*
Todas las personas moriremos, sí, pero no será por esta pandemia, ni tampoco por la falta de solidaridad. Cada generación ha tenido sus batallas, quienes estuvieron antes que nosotros(as) lidiaron con la violencia de las guerras, vivieron masacres, experimentaron los resultados de la ambición de las naciones, algunos y algunas no lograron vivir lo suficiente para escuchar las risas de sus hijos e hijas, muchas personas cerraron los ojos para siempre cuidando, luchando o resistiendo y sus muertes fueron la base para que hoy estemos vivos y vivas. Ahora es nuestro turno. Ahora nos toca luchar.
Hoy tenemos un nuevo enemigo, uno silente, pero no por ello menos perjudicial: el Covid-19 y contra él que hay que luchar. Esta guerra no se libra con la fuerza del tanque o con la sorpresa del misil, sino que se trata de batallas cotidianas, el ejército lo integramos todos y todas, cada quien lleva consigo el bienestar de las demás personas, en sus manos está el porvenir de los suyos y de las suyas, pero también del resto del mundo. En este conflicto no hay cabida para nacionalismos, no existe nación superior o inferior, no hay clases, razas, edades, géneros o sexos, solo existe un grupo: la humanidad.
Nunca antes el bienestar o perjuicio de una sola persona podría determinar el destino del resto en pie de igualdad. El objetivo es simple: aniquilar al Covid-19 y sí, las armas serán la limpieza, la distancia y el confinamiento, pero hay mucho por hacer más allá de eso, así esa higiene minuciosa solo puede complementarse con la noción de equipo que exige cortesía, pues de nada servirá tener limpias mis manos, si quien me devolvió la tarjeta al comprar no tuvo la posibilidad de suplirse su propio alcohol en gel; igual sucede con la distancia social, que más allá de la falta de contacto, implica una ausencia que cuida, es decir, estar pendiente de quienes ocupan cuidado, pues no es lo mismo estar lejos que abandonar, el abandono nunca deberá ser una opción y, por último, tampoco el confinamiento será el encierro que aísla, pues libertades tenemos muchas y desde ellas podemos ayudar, ya sea con el apoyo de una llamada o de un mensaje, o bien, creando conciencia acerca de la situación con un post, con una actualización de estado… lo que sea necesario para llegar a la victoria y superar esta pandemia.
Muchos de nuestros temores se harán realidad. En el aguerrido camino que transitaremos, perderemos a muchos y a muchas, víctimas de este nefasto conflicto y sí, sufriremos sus ausencias, sentiremos dolor y frustración, incluso en ciertos momentos nos invadirá la debilidad, titubearemos, pero aún ahí no desfalleceremos, seguiremos adelante no solo para honrar las vidas de quienes fallecieron en medio de esta batalla, sino que también continuaremos por quienes vienen detrás, les enseñaremos que aún en la muerte hallamos esperanza. No luchar no es una opción, ante la adversidad solamente podremos seguir, seguir y seguir y, después, cuando nos abandonen las fuerzas, solamente tendremos una opción: seguir aún más.
Y ante la posibilidad de la muerte, solo debemos preguntarnos una cosa: ¿cómo queremos ser recordados o recordadas? La respuesta a esa interrogante deberá guiar el resto de nuestras vidas. Y a quienes sobrevivan, que honren las muertes del resto no olvidando, recordar haciendo del mundo un lugar mejor. Solo así esta locura tendrá algo de sentido: aprendiendo y no cometiendo los mismos errores, que el mundo no se oriente por el individualismo, que la humanidad solo podrá seguir si pasamos de un “yo” a un “nosotr@s”.
*Juez y cofundador de SuLey
