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Opinión

La operación del silencio con que La Nación vuelve a mentir

Juan Diego Castro Fernández

El arte de mentir pareciera que es una potestad del periódico La Nación, algunos de cuyos periodistas se especializan en descontextualizar los hechos, para luego, mediante pobres ejercicios retóricos, hacer generalizaciones y asociaciones que no tienen ningún asidero con la realidad de la que provienen.

Desde 1998, año en que logré que los condenaran penalmente, por injurias por la prensa, La Nación no pierde oportunidad en atacarme y para ello recurre a tramas goebbelianas, porque esa vieja máxima de miente, miente, miente que algo queda, es una de las acciones preferidas de los llorentinos, por medio de la cual cometen atrocidades periodísticas en nombre de la libertad de expresión y de la manipulada libertad de prensa.

Con el titular sensacionalista de su editorial “Denuncia del antisemitismo” y apoyados en una nota intitulada: “Comunidad judía: nos ofende la odiosa comparación realizada por Juan Diego Castro”, ambas del 30 de agosto, este medio, que es más partido político que periódico, saca de contexto un comentario en el que me refiero al periodismo antiético y denigrante que hace la tropa de Leonel Baruck en “CRHoy” y en el que, además, hago serias denuncias relacionadas con la corrupción en el país.

Aprovecha La Nación, como es su característico estilo, un comunicado de prensa de la comunidad judía para acusarme de “odio, discriminación y judeofobia”, cuando quien tenga la más mínima capacidad de comprensión lectora sabe que el mensaje emitido en mi cuenta de Facebook nunca es irrespetuoso con la comunidad judía y solo si se hacen extrapolaciones sacadas de contexto, mediante el silencio de términos, se puede llegar a semejantes conclusiones, pero precisamente esa es la especialidad de ese medio: la manipulación.

El arte de manipular es el más grande patrimonio que tiene La Nación y por eso, incluso, de forma absolutamente irresponsable, busca vincularme con actos vandálicos que se han presentado en los últimos días, con los cuales, desde luego, no tengo ninguna relación, pero, mediante esta operación semántica de mentiras baratas, busca manchar mi buen nombre y mi honorabilidad, la cual he mantenido intacta a lo largo de una carrera profesional de 40 años.

Quien quiera sacar de su verdadero contexto mis palabras sobre ese periodismo antiético que hace “CRHoy”, medio que es capaz de mentir y de esparcir difamaciones solo para beneficiar a los clientes, amigos y socios de Leonel Baruck, se presta al perverso juego de intentar destruir mi buen nombre y de encender fuegos, ahora sí, mediante una retórica desmedida e incendiaria, operación en la que los llorentinos son especialistas, aunque las más de las veces el lector inteligente desmonta sus retorcidos vericuetos.

Quieren acallarme, una vez más, porque soy una voz que me atrevo a decir las verdades de lo que pasa en nuestra sociedad, tan golpeada, tan maltrata, tan manipulada y tan a merced de ese conglomerado de medios de comunicación, tanto privados como públicos, que, mediante una recua de periodistas mediocres y entregados a la más ominosa subjetividad, busca siempre manipular para contar sus propias verdades, amparadas en el alero de sus negocios e intereses.

Por eso cuando me referí a términos como “cámara de gas mediática” y “campo de concentración periodístico” estaba perfectamente consciente del valor de los adjetivos empleados, lo que sucede es que La Nación, en una operación doble de silenciamiento, solo habla de “cámara de gas” y de “campo de concentración”, y así, por un efecto de contigüidad semántica, busca exponerme ante la comunidad judía de Costa Rica.

De ahí La Nación pasa a hacer una insinuación aún más grave, amparada en un comunicado de la comunidad judía que le sirve como base y pretexto, al afirmar que no respeto a quienes padecieron el holocausto, tema que jamás se alude en mi texto, así como en ningún momento me refiero a la terrible situación que padecieron los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

Al hacerlo no solo vende una mentira como una catedral, sino que además en la operación se silencia el punto capital de mi escrito: la denuncia de la corrupción de los partidos políticos, la denuncia contra la corrupción en el Poder Judicial y la denuncia de una prensa manipuladora y mediocre que miente cuando le conviene y calla cuando tiene que alzar la voz contra los que hacen del poder una piñata y un saqueo para su beneficio personal.

El mismo ejercicio lo hicieron tras unas declaraciones mías respecto al acoso sexual en el Poder Judicial y en esa oportunidad, 5 de enero de 2018, armaron de nuevo un escándalo, buscaron las fuentes que les dijeran exactamente lo que necesitaban y bajo el velo de “un periodismo objetivo” estructuraron contra mí toda una campaña de comunicación, en la que pronto un grupo de periodistas satélites pasó a expandirla, con base en la arrogante premisa de que ellos tienen la verdad y son los ungidos para contarla a los costarricenses.

Un ejercicio similar hizo el 2 de febrero de 2018 “CRHoy”, el cual, amparado en una denuncia anónima, mintió respecto a que mediante mi ejercicio de la abogacía me dedicaba a la evasión fiscal. Esto no es una opinión mía: tengo las pruebas de que es así y la absolutoria del tribunal. Aquí no importa el honor lesionado y las consecuencias que podía generar cuando se publicó la falsa notica el 2 de febrero de 2018, justo cuando ya se había decretado la tregua electoral y no se podía reaccionar. ¿Este sí que es periodismo del bueno según el diario llorentino?

En esta nueva operación del silencio en la que pretende meterme La Nación, una vez más, se aprecian rasgos y formas de proceder empleados desde 1998 cuando los tribunales los condenaron a pagarme ¢12 millones y a publicar la sentencia en las primeras diez páginas del diario: falsear los hechos, desacreditarme mediante ejercicios retóricos y presentarme ante la opinión pública mediante una imagen deformada para manchar mi honorabilidad y recto proceder. 

Vuelve La Nación a sus andadas y ahora se apoya en la estimable comunidad judía para verter mentiras y endosarme afirmaciones que jamás he hecho: viejo tango el de este camaleónico periódico que se mueve al vaivén de los intereses que le convienen y que su mayor ejercicio es silenciar a quienes nos atrevemos a denunciar en voz alta el que nuestra patria va al despeñadero, mientras banqueros como Leonel Baruck hacen su gigantesco negocio con la campaña electoral y nadie se pregunta ni investiga de dónde vienen esos multimillonarios fondos.

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Jueves 01 Agosto, 2019

HORA: 12:00 AM

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