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Opinión

Trump y el reino de la imprevisibilidad para América Latina

Rogelio Núñez*

El triunfo de Donald Trumpen las elecciones de EE.UU. tiene como primera consecuencia para América latina su entrada en el reino de la imprevisibilidad. Primero porque supone un relevo muy marcado en la Casa Blanca (que va más allá del habitual recambio entre el Partido Demócrata y el Republicano) y en segundo lugar por la personalidad del futuro presidente, pero el resto de la región queda a la espera de cuales sean las primeras decisiones de Trump.

Donald Trump será el nuevo presidente de EEUU para el periodo 2017-2021 lo que se ha convertido en una gran sorpresa, pues las encuestas daban como ganadora a Hillary Clinton y su apuesta continuista con respecto a la administración de Barack Obama. Eso es lo que esperaba la región y los presidentes latinoamericanos.

Trump va a llegar a la Casa Blanca controlando el Senado y la Cámara de Diputados y podría acabar controlando a lo largo de su gestión el Tribunal Supremo lo cual le da un gran margen de acción a la hora de tomar decisiones en política interior y exterior. Un gran margen de acción, es cierto, pero no un poder total gracias al sistema de pesos y contrapesos estadounidense y a que parte de los republicanos (el caso más llamativo es el de Marco Rubio, que ha arrasado en Florida) no le van a otorgar un cheque en blanco.

La inexperiencia de Trump y su entorno. Trump solo ha pensado en América Latina para atacar a los hispanos, herir las susceptibilidades de México y prometer mano dura con respecto a Cuba. Más allá de eso el candidato republicano no tiene a su lado a un equipo de asesores con experiencia y amplios conocimientos sobre la región. Además, Latinoamérica, como en el caso de Hillary Clinton, no es ni va a ser una prioridad para los republicanos.

La región se enfrenta a una figura imprevisible que puede tomar decisiones de forma impulsiva las cuales pueden estar signadas en ocasiones por el pragmatismo y en otras oportunidades por un simple populismo cortoplacista.

El proteccionismo y los mensajes xenofóbicos alejan a Trump de la región. Incluso, ha mostrado su rechazo al reciente Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP), en el que participan EE.UU. y once naciones del Pacífico, entre ellas Perú, Chile y México.

“Sí, claro que vemos un riesgo” en las recetas de Trump, dijo Alfonso Prat-Gay, el ministro argentino, al concluir la Octava Reunión de Ministros de Hacienda de las Américas y el Caribe, celebrada en la sede del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Además, la retórica antihispana de Trump ha profundizado el abismo abierto por las propuestas proteccionistas, en especial de los dirigentes latinoamericanos.

Michael Shifter apuntaba en Infolatam que “el enfoque de Donald Trump sobre la región es totalmente impredecible en este punto, como en tantas otras cosas acerca de sus planes en la Casa Blanca… Una victoria de Trump supondría una política exterior de EE.UU. incierta e impredecible. Hace unos meses apoyó la política de Obama hacia Cuba; hace una o dos semanas, llamó a su reversión. Si se llevaran a cabo sus promesas para construir un muro de $20 o $30 mil millones en la frontera entre México y Estados Unidos y la ruptura del tratado NAFTA, irritaría profundamente al aliado y socio más importante de Estados Unidos en América Latina y quizás en todo el mundo. Cualquiera que sean sus políticas, la elección de Trump amargaría las relaciones de EE.UU. con prácticamente todos los países de América Latina. Unas relaciones normales serían prácticamente  imposibles con un presidente de EE.UU. que ha insultado tan intensamente a la región y su gente”.

Es casi seguro que América Latina no será una prioridad para Estados Unidos. EE.UU. no se enfrenta a amenazas urgentes o desafíos en la región, ni está ante unas oportunidades especiales. Ni a los EE.UU. le interesa la integración regional. La propia región permanecerá dividida en muchos aspectos y la política de EE.UU. se centrará principalmente en las relaciones bilaterales.

De todas formas, algunos de ellos como Mauricio Macri y Enrique Peña Nieto ya habían diseñado planes B de acercamiento a Trump por si se producía la victoria de los republicanos.

Carlos Pagni, analista de La Nación de Argentina, señala que “el fervor proteccionista de Trump desataría una dura competencia entre monedas, con devaluaciones generalizadas. El peso argentino no estaría excluido. Por lo tanto, habría que prever un rebrote inflacionario…Trump buscaría una revisión acotada de los acuerdos comerciales con China y México. Y encargaría la Secretaría del Tesoro a un industrialista, del estilo Paul O’Neill, quien acompañó a George W. Bush durante 2001 y 2002. Esa perspectiva implica una tasa de interés más elevada. Macri no festejaría”.

México, el país más afectado. El país más afectado negativamente por el triunfo de Trump es México, fundamentalmente por la amenaza del futuro presidente de renegociar el TLC e incluso alterarlo tan drásticamente que en los hechos supondría su final. Trump califica el Nafta como “el peor” acuerdo comercial jamás firmado y propone imponer un arancel de 35% para importaciones desde México. A corto plazo el peso mexicano, que lleva sufriendo fortísimas presiones, va a profundizar su actual devaluación.

El peso mexicano se depreció el martes un 8% tras haberlo hecho un 25% en un año y todo indica que va a seguir debilitándose en lo que resta de año provocando así fuertes tensiones inflacionarias. Algunos cálculos señalan que el peso, actualmente en un nuevo mínimo histórico de 20,74 unidades, podría caer hasta los 22.

El jefe del Banco de México, Agustín Carstens, admitió que Donald Trump en la presidencia de Estados Unidos esto sería un huracán de bastante más intensidad que uno de grado cinco para México. “Sí, sería un ‘huracán’ de bastante más intensidad. En particular si cumple lo que ha venido mencionando en su campaña”, dijo Carstens en entrevista con Grupo Fórmula. En su campaña Donald Trump dijo que modificaría o eliminaría el TLCAN y construiría un muro que dice que pagaría México en la frontera con Estados Unidos con un costo de 10 mil millones de dólares.

Además, el triunfo de Trump se debe, entre otras cosas, a la movilización del voto de las clases populares blancas (por ejemplo en Florida) que han encontrado un chivo expiatorio en los emigrantes mexicanos como culpables de la falta de trabajo y peores salarios. Su promesa nacionalista y proteccionista de que se construya un muro en la frontera y que lo paguen los mexicanos ha logrado captar apoyos y respaldos que le han valido ganar la Casa Blanca.

José Antonio Meade, secretario de Hacienda y Crédito Público, aseguraba en octubre que “el eventual triunfo del candidato republicano para la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, provocará volatilidad, pero México está preparado y no afectará su crecimiento económico anual”.

El “efecto Trump” sobre México es muy potente e incluso hay ya un precedente de lo que puede ocurrir y cómo puede afectar la evolución interna del país vecino.

 Enrique Peña Nieto trató de mantener la buena sintonía tanto con Hillary Clinton como con Donald Trump, aunque en este caso se pasó de frenada.

Ante las diatribas antimexicanas y antilatinas del republicano buscó un acercamiento con Trump Esto desató una tormenta política en México que se llevó por delante a quien gestionó la cita , el entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray.

Peña Nieto, para quien un triunfo de Trump representaría un desastre geopolítico, económico y comercial, trató de justificar su reunión de la siguiente manera: “Los postulados de Trump representan una enorme amenaza y no puedo quedarme de brazos cruzados. Mi obligación es defender a los mexicanos”.

La cita además no sirvió para calmar las diatribas antimexicanas del republicano quien al regresar a su país lanzó una de sus frases más hirientes: “¿Estáis listos? La primera es un gran muro y México lo pagará, aunque aún no lo sepa, pero pagará por él”. El viaje fue un resbalón para la gestión de Peña Nieto y lo fue por partida doble: en primer lugar no logró moderar a Trump y en segundo lugar Hillary Clinton rechazó el ofrecimiento de viajar a México como le ofreció el presidente mexicano.

Enfriamiento con Cuba. Otro de los elementos que puede verse muy alterado a partir de enero son las relaciones con la Cuba de Raúl Castro.

Donald Trump ya anunció que si ganaba las elecciones, modificaría el acuerdo de reapertura de relaciones entre su país y Cuba. El candidato republicano defendió que sólo mantendría la política hacia la isla si La Habana “cumple con nuestras demandas de libertad religiosa y política para todos los cubanos. El próximo presidente puede cambiar esa política y eso es lo que voy a hacer salvo que el régimen de Castro esté a la altura de nuestras demandas… vamos a apoyar al pueblo cubano en su lucha contra la opresión comunista. El pacto de Obama solo beneficia al régimen Castro”.

También es posible que haya un endurecimiento en el tono con respecto a Venezuela y con respecto a Nicaragua pero en el resto de materias se abre, sobre todo, un gran interrogante. “Es posible, entonces, que un triunfo de Trump no desate una ola de terror. Pero miedo habrá seguro. El suficiente para demorar las decisiones de inversión en todo el mundo. Otro efecto pernicioso para la política económica argentina. A este escenario se refirió Malcorra con su resignado “tendremos que adaptarnos”, concluye Pagni.

Al interior de los países de América latina el triunfo de Trump puede tener otras dos consecuencias:

1-. En primer lugar reavivar los sentimiento antiimperialistas y antiestadounidenses.

En este sentido, el analista Andrés Oppemnheimmer señala que “una potencial victoria de Donald Trump en las elecciones del 8 de noviembre enfriaría las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica, y empujaría a los presidentes más proestadounidenses a tomar distancia de Washington…Si hasta los presidentes latinoamericanos más cercanos a Estados Unidos ven a Trump con preocupación, imagínense la presión interna de que serían objeto si Trump ganara las elecciones y cumpliera, siquiera, una pequeña parte de sus promesas electorales. Los desacreditados regímenes de Venezuela y Cuba estarían de fiesta, y podrían incluso recuperar parte de su influencia política.

2-. La renovación de la apuesta por la demagogia populista.

El populismo, de derechas o de izquierdas, al que algunos daban por muerto en América latina encuentra un nuevo referente en lo que ha hecho Trump en la campaña estadounidense quien ha demostrado que la apelación al voto del resentimiento, la ira y el rechazo a la clase política tradicional rinde sus frutos.

Enarbolar las banderas del proteccionismo, el rechazo al otro o la creación de un chivo expiatorio (la clase política tradicional) puede tener calado en países en los que cunde la desafección hacia los sistemas y los partidos políticos como Chile, Brasil, Colombia o México.

     *Director adjunto de Infolatam.

 

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