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Opinión

Sacerdocio. ¿Vocación o profesión?

Magda Corrales Jiménez

En algunos diccionarios el significado de la palabra vocación es “inclinación a determinado estado o profesión” y el de la palabra profesión es “el oficio de cada uno”, de lo que se deduce que la vocación es la propensión que cada individuo tiene o siente hacia algo, de una forma natural, no forzada y que la profesión es el oficio que desempeña, independientemente de si se siente cómodo o no.

El sacerdocio, por ser una ocupación de carácter espiritual, debe ejercerse únicamente cuando exista una real vocación, pero bajo ninguna circunstancia debe verse como un simple trabajo para recibir un salario, estar asegurado y luego recibir una pensión.

Años atrás los sacerdotes viajaban a caballo, casi siempre prestado por un vecino generoso, años después en autobús; atendían personas moribundas a cualquier hora del día, vivían en castidad y austeridad y no recibían salario alguno, jamás se pensionaban, compartían con el más necesitado lo poco o mucho que llegaba a sus manos y era usual ver a los más pobres tocando las puertas de la casa cural, en busca de un trozo de pan, porque sabían que no se irían de allí con las manos vacías. Podríamos decir que vivían para servir y no para ser servidos y sobrevivían gracias a la Santa Providencia, y las monjas llevaban una vida similar. 

En tiempos actuales esto ha cambiado notablemente, pero no precisamente para bien de sus propias almas ni de la feligresía. Hoy podemos ver religiosas y sacerdotes con carros lujosos, administrando colegios privados, donde las mensualidades son muy altas y donde la gente de bajos recursos no puede ni soñar con ser parte del alumnado. Podemos ver también que muchos de ellos están bien “rollizos”, gracias a la excelente alimentación a la que tienen acceso.

Los sacerdotes atienden a los feligreses solo con cita previa y en horas laborales, por eso a ningún miembro del pueblo católico se le debe ocurrir pedir asistencia espiritual a un sacerdote en horas de la madrugada, ni siquiera en caso de que la “señora muerte” haya tenido la osadía de presentarse en la puerta de su casa, a esperar el momento oportuno para llevarse el alma de ese “pobre prójimo”.

Es también de conocimiento público el hecho de que una gran parte del clero actual lleva una vida licenciosa, deshonesta, poco espiritual y bastante desinteresada por dar una buena imagen. De ahí que muchas personas, con una catequización pobre, opten por renegar de la fe y buscar doctrinas equivocadas, o bien mantenerse al margen de toda congregación con fines espirituales.

Lo peor es que en estos momentos es cuando la humanidad necesita más guía, más ayuda espiritual, buenos consejos, buenos ejemplos y más temor de Dios. Necesitamos gente comprometida con la Iglesia que Jesús fundó, gente que dejando el orgullo y el bienestar personal viva para servir y mantenga una conducta intachable.

Con tantos escándalos clericales lo ideal es recordar las palabras de Jesús: “Obedézcanles y hagan lo que les digan, pero no imiten su ejemplo, porque no hacen lo que dicen” (Mateo 23, 3) y orar mucho para no caer en tentación, porque de la tentación al pecado solo hay un paso.

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Jueves 21 Abril, 2016

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