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Opinión

El niño sirio que impacta al mundo

Editorial

“Apenas vi al niño se me heló la sangre. No podía hacer nada por él. Lo único que podía hacer es que su grito fuera oído por el mundo y lo hice con una fotografía”, fue la confesión de Nilufer Demir, la fotógrafa que inmortalizó uno de los episodios más dramáticos de los sirios desde que su pueblo está sumido en la guerra despiadada. 

 

La joven que lleva desde el 2003 registrando las trágicas historias de los refugiados relató que apenas y podía pensar cuando vio el cuerpo del niño de 3 años, Aylan Kurdi, tirado en la playa turca, con su cara sobre la arena, de camiseta roja, pantalones cortos y zapatos oscuros. Estaba muerto. 

 

Y no es para menos, nadie podría nunca poner en tela de duda tal sentimiento y menos mancillar su trabajo, valiente, revelador, pues no pudo esta mujer hacer mejor las cosas que tomar su cámara en el temblor que produce una escena como esa, fotografiar el drama, el dolor, la tragedia, el desprecio, el odio, el silencio y el descuido de la humanidad. 

 

Hoy la misión está cumplida: el mundo reaccionó ante semejante gráfica y no tiene derecho ni moral de protestar porque situaciones como la retratada son producto de la insensibilidad. 

 

¿Quién puede criticar si no ha movido un dedo para ayudar a los refugiados, quién tendría la ética para demeritar esa foto si Nilufer ha visto cientos de barcos y gentes llegar a esas playas buscando posibilidades?

 

De no ser por la desgarradora imagen, los refugiados sirios seguirían invisibles, desaparecidos de la realidad, eliminados del subconsciente, formarían parte del paisaje, como sucede desde hace media década, sin atención ni auxilio. 

 

Sí, la foto del niño sirio en la playa como está referenciada en internet y que circula por millones de sitios y perfiles personales es un verdadero grito, es un llamado silencioso de piedad que se sigue obviando y muestra que la indiferencia es el peor de los males que carcomen a los seres humanos. 

 

¿Quién podrá criticar a esta profesional que abrió la vitrina de las bajas pasiones, que dejó en evidencia que el poder político y económico siguen avasallando los derechos, atropellando la dignidad y despreciando la vida?

 

Hoy Aylan es el símbolo de una batalla que nadie ha querido pelear, de una defensa que nadie ha querido ejercer. 

 

Su foto está grabada en la pupila del mundo, pero cruelmente se irá olvidando con el tiempo. Porque así es la humanidad inconsciente, oportunista, despistada e interesada. 

 

Que lo digan las víctimas del Holocausto, los tutsis, los palestinos, los iraníes, los japoneses y los afectados de cientos de momentos oscuros y repugnantes a lo largo de la historia. Parece que esas escenas de horror no varían la realidad, no modifican a los hombres, pero sí sirven para darse cuenta de que la humanidad se está destruyendo a sí misma. 

 

Es en Siria donde desde hace ya cinco años hay una estela de muerte, donde miles han caído abatidos siendo inocentes, pero a nadie le importa. 

 

A los poderosos menos, Rusia, Estados Unidos, China, Irán, todos aquellos que antes tomaron la justicia con sus propias manos, hoy se cruzan de brazos, porque Siria no les deja ganancias de nada. 

 

Lo retrata muy bien la frase del escritor francés Paúl Valery, “La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que sí se conocen, pero que no se masacran”.

 

La foto de Aylan es desgarradora pero cierta, tan real como el drama de los inmigrantes que huyen en balsas de lo que queda de sus hogares buscando un espacio de paz, de prosperidad, un momento de vida plena, que dan lo poco que tienen a los traficantes por una estela de dignidad. 

 

La apatía del mundo va dejando el paso libre para que se lucre con el dolor, no es hoy, ha sido siempre. Los refugiados sirios repiten el episodio de otros pueblos que se han visto en las cenizas y solos. 

 

Bien lo dijo el expresidente John F. Kennedy: “El hombre tiene que establecer un final para la guerra, sino esta establecerá un fin para la humanidad”.

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Viernes 04 Septiembre, 2015

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