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Opinión

Con DARE se esfumaron los programas preventivos

Editorial

Los narcóticos invadieron las casas de enseñanza, se metieron por la puerta del frente y las autoridades lo saben, pero poco puede hacerse, cuando el narcotráfico no respeta ni siquiera a los niños de escuela. 

Ni qué decir a los jóvenes de colegios, muchos de los cuales ya forman parte de ese creciente mercado de consumo nacional. 

Aulas adentro hay miembros de grupos delictivos encargados no solo de satisfacer los vicios de los estudiantes, sino también de reclutar robots para comerciar las drogas en sitios llámense polideportivos, esquinas de barrios, pulperías, a plena luz del día y no les da vergüenza. 

Los ojos de la población costarricense se ven obligados a tolerar que, frente a las casas, en las paradas de buses y hasta en los parques de juego de niños y niñas haya alguien fumándose un puro de marihuana o aspirando cocaína. 

Pero la ley lo permite, acá se esmeraron en ponerle freno al consumo de tabaco en lugares públicos, pero se les olvidó que hay quienes se fuman hasta el zacate causando serias molestias e inconvenientes a los pobladores que no se drogan. 

La venta de estupefacientes está que arde en los centros educativos, hay que escuchar a la población estudiantil contar la forma descarada e inescrupulosa en que los narcos infiltrados ya en los colegios les hacen ofrecimientos, pero también los amenazan si no compran al menos una cuota básica. 

Es una barbaridad, las escuelas y colegios de este país han sido históricamente un lugar seguro para nuestros hijos e hijas, pero parece que desde el bullying y ahora hasta el narco los tienen arrinconados y desprotegidos. 

La policía y el Ministerio de Educación Pública tienen al menos un reporte diario de situaciones similares, mientras en los colegios los propios administrativos conocen quién o quiénes son los “doctores”, pero poco puede hacerse por temas legales al ser menores de edad.

Es aquí donde surgen mil preguntas. Escuchamos a ministros, jefes policiales, judiciales, jueces juveniles, fiscales y demás expertos dar cifras de la gran cantidad menores que hoy están inmersos en el negocio del narcotráfico, ignorando por su corta edad lo que ello implica, pero comienzan a ser las potenciales víctimas de un vicio aterrador y los victimarios miembros del crimen organizado.

Es inentendible que en este país estemos únicamente centrados en capturar los furgones cargados de estupefacientes que cruzan nuestras fronteras, cuando en las casas de enseñanza los narcos están potenciando un mercado joven.

Se gastan miles de millones de colones en seguridad para el combate contra el narcotráfico, pero es evidente que los programas preventivos dirigidos a las poblaciones más jóvenes y vulnerables son escasos, por no decir nulos. 

Antes escuchábamos del programa DARE, dedicado a dotar de información a los estudiantes de escuelas y colegios sobre este flagelo; hoy los colegios han quedado a merced de los pocos educadores que todavía tratan el tema sin temor a las quejas de los padres.

Los programas preventivos están llegando muy tarde, los jóvenes inician cada vez más temprano el consumo de drogas legales como el alcohol y el tabaco, así como las ilegales, la marihuana, las sintéticas y la cocaína.

Esto lo reflejan los estudios del IAFA, donde se indica que los colegiales ven la yerba como una sustancia inocua y disponible en todo lugar.

Está bien la cooperación internacional, pero es bueno también volver la mirada hacia el mercado interno, que ya no es tan pequeño como se cree, pues los grupos narco tienen en la mira a un conjunto potencial tan importante como son los jóvenes.

Los muchachos ticos no solo consumen drogas por un tema social, sino que muchos han visto en esto un negocio, para algunos es la meta de vida, pues se les ha metido la idea que es fácil hacer dinero y conseguir lujos, pero en pocas ocasiones se detienen a pensar en los peligros de este ilícito. 

Los programas deberían articularse en conjunto entre las instituciones encargadas de la educación, el Ministerio de Seguridad, autoridades policiales, padres de familia, IAFA, grupos religiosos y entes rectores de salud, pues por años se han explicado los problemas del consumo de drogas, pero pocas veces se mencionan las fatales consecuencias de dedicarse a este negocio.

Nada hacemos con decomisar tantas toneladas de drogas que no irán a parar a manos de los adictos de otros países si en el nuestro tenemos decenas de muertos por peleas de territorios narco y las cárceles abarrotadas de adolescentes y adultos jóvenes que no superan los 25 años. 

Es hora de hacer un alto en el camino y replantearnos la estrategia que el Estado debe tener firme y consecuente con la población, pero más con los niños, niñas y jóvenes que acuden a los centros educativos, que frecuentan sitios públicos y son bombardeados y acosados por el narco que ya opera descarado para ganar nuevos adeptos al mercado nacional de consumo de estupefacientes. 

El Ministerio de Seguridad, la Caja de Seguro Social, el Ministerio de Salud, el MEP y el OIJ tienen que invertir sí o sí en campañas de información, concienciación y prevención del consumo de drogas. 

Hay que darle duro al tema o en pocos años veremos los resultados de haberse cruzado de brazos ante el narcotráfico.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Martes 13 Marzo, 2018

HORA: 12:00 AM

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