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Opinión

Luis Alberto Monge

Fernando Berrocal

Cuando Fidel Castro, después del asalto al cuartel Moncada, llegó exiliado a México, Luis Alberto lo hospedó en su casa. Fue su amigo y desde su cargo de secretario general de la ORIT, al frente del sindicalismo democrático de América Latina, recogió dinero y lo apoyó hasta que se hizo a la mar en el Granma, para liberar a Cuba de la dictadura militar del sargento Batista.

 Estuvo también a la par de Don Pepe cuando, desde La Lucha Sin Fin, se enviaron a la Sierra Maestra armas de 1948 para la Revolución Cubana. Eran los años de la lucha contra el militarismo y la internacional de las espadas.

 Cuando Fidel tomó el camino del totalitarismo, Don Pepe en un acto histórico lo confrontó directamente en la Plaza de la Revolución. En La Habana, le arrebataron el micrófono y Nicolás Guillén, el de sóngoro cosongo, lo llamó Pepe Cachucha e inmortalizó en un poema aquel acto valiente de fe democrática. 

 Entonces, Luis Alberto, en el más inspirado discurso de su vida, dijo en la Asamblea Legislativa que “no hay revolución sin libertad” y marcó, desde entonces, una frontera infranqueable entre la social democracia y el totalitarismo: la infranqueable y esencial frontera de la libertad y el sistema democrático de vida. 

Después, Don Pepe, Daniel, el Padre Benjamín y Luis Alberto fundaron La Catalina, una Escuela Política para la formación de líderes social democráticos en América Latina. Luis Alberto fue el maestro de esa escuela para la libertad y la democracia, en contra de todo tipo de dictaduras: de derecha o de izquierda.

 En estos días se ha hablado y con justicia del político humilde, campesino, honorable y bueno que fue Luis Alberto Monge. Lo que no se ha dicho suficiente, excepto por Marcelo Prieto, en el acto de honor y despedida que le rindieron sindicalistas democráticos, cooperativistas, solidaristas y la JL-70, es que Luis Alberto fue el inspirador y el maestro de una generación de costarricenses reformistas y progresistas que entramos a la vida pública nacional en los años 70, sabiendo que no hay revolución sin libertad y que las luchas por el desarrollo económico con justicia y equidad social, se dan en democracia y dentro del Estado de Derecho. 

 No a la cubana o a la chavista y tampoco a la pinochetista.

 Luis Alberto fue el Presidente de la República visionario y conciliador que sacó al país de la más grande crisis económica del siglo XX y que proclamó la neutralidad de Costa Rica, es cierto, pero también, fue el maestro que le enseñó a mi generación, en las montañas de Heredia, en La Catalina, esas diferencias infranqueables y esenciales entre dictadura y democracia, entre totalitarismo y libertad. Por eso vivirá siempre en nuestros corazones.

 Nuestra generación se ha quedado huérfana, como me dijo con palabras que le salieron del alma, Rolando Araya, cuando nos fundimos en un abrazo solidario.

 Ha muerto un combatiente de la libertad y la democracia. Es uno de los grandes, su nombre es Luis Alberto Monge y debe ser declarado Benemérito de la Patria.

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Jueves 08 Diciembre, 2016

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