El cónclave del PAC

El papa renunció hace un tiempo cansado y decepcionado, encerrado espera que Dios le hable mientras ve al demonio a rienda suelta en su propia iglesia. Sus obispos se alejaron de los principios celestiales que guiaban al rebaño, obispos entregados a las tentaciones del mundo con sed de poder en una iglesia llamada a ser la que salve el mundo. El papa ya no está, ha aceptado ante los medios que Dios no le habla.

En quince días los obispos se vestirán de gala, sacarán sus mejores trajes, anillos, cayados, estolas y se reunirán a tomar las decisiones correctas para el pueblo, para ese pueblo que los siguió y que ahora está fragmentado, viéndolo de lejos.

Muchos indecisos, otros hartos y resentidos. La decisión de quién los represente se tomará detrás del candado y la llave, a puerta cerrada. Sin celulares, sin contacto con el mundo exterior. Así debe ser porque ellos son los que saben, los que entienden, los iluminados.

Ya no es igual que antes, en esta iglesia los conservadores son los más liberales. Y los que quieren cambiar son cada vez más conservadores —es que no hay que ser octogenario para ser viejo. Ahí están los más jóvenes, los que tomaron ese poder relativo, ese poder de poco tiempo y de poca monta: terrenal y transitorio.

Dicen estar reunidos en el nombre del padre, por encima del papa para representar a los feligreses, sin embargo la decisión medular, la mejor decisión para que su iglesia se fortalezca ante el pueblo no parece ser la que los representa a ellos. Porque escrito está que “Ninguno puede servir a dos señores; porque aborrecerá al uno y estimará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”.

Un papa negro jamás, mucho menos si es mujer. Eso sería cambiar demasiado. Quizá sea mejor hablar de condones y pobreza antes de tal locura. El nuevo Papa debe estar entre esas cuatro paredes. Como tiene que ser. Como ha sido siempre.

*Teolitólogo

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Lunes 03 Junio, 2013

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Giovanni Bulgarelli*