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Opinión

Alternativas

¿Por qué se ha perdido capacidad política para tomar decisiones?

 


El fenómeno no es singular de Costa Rica. El “desencanto con la democracia” ha sido amplio en América Latina y también muchas manifestaciones se han dado en los países más desarrollados. Así que algunas de sus causas probablemente sean comunes a muchas naciones.

 

Pero otras deben ser locales y lo hacen más serio en nuestra patria pues ni en Estados Unidos o en el Reino Unido, ni en Francia o España, ni en Venezuela o Chile se ha producido una comparable multiplicación de partidos ni la inopia de decisiones importantes que entre nosotros se ha dado.

 


Incluso en algunas democracias se adoptan radicales decisiones públicas.

 


En futuras columnas mencionaré algunas causas que, en mi concepto, son propias de nuestro caso, tales como modificaciones realizados en las últimas décadas al interior de los partidos, en el sistema de elección presidencial, en la conducción del poder legislativo y en el control judicial de ese cuerpo.

 


Hoy me limitaré a señalar cambios ocurridos globalmente que han debilitado a la política y a los políticos mundialmente.

 


Antes una prevención: nada hace más perversos a los políticos que a las personas que se dedican a otros quehaceres. Incluso el papa Pío XII indicó que la política es la más sublime de las profesiones después del sacerdocio.

 


La diferencia está en los incentivos y las regulaciones, y también en la notoriedad de la política y los políticos.

 


¿Qué ha cambiado en las democracias?

 


Por una parte, hoy las sociedades son más abiertas.

 


Los medios de comunicación, las encuestas, los expertos, organizaciones de la sociedad civil y las redes sociales compiten con la política como intermediarios entre personas y estado. Con esa apertura muchos de estos competidores “roban” espacio para entretener y para influir y lo hacen con menores costos de obtener información y de trasmitirla. Y sin responsabilidad por los resultados.

 


Con más actores y opiniones es más difícil manejar la agenda social y lograr acuerdos. Hay mayor participación, pero estamos en un período de transición en el cual todavía no sabemos cómo canalizar esa mayor participación a mejores decisiones colectivas.

 


El fin de la guerra fría demandó políticas públicas más específicas.

 


No se trata ya de promover libertad o democracia, sino de decidir cómo enseñar inglés y matemáticas, cómo asegurar la solvencia del régimen de invalidez, vejez y muerte, qué medio usar para modernizar la vía de San José a San Ramón.

 


Esto es mucho más difícil de producir y de comunicar a un electorado que con razón y derecho quiere entretención y no clases durante el descanso de sus labores.

 


Una amplia participación ciudadana, transparencia en la toma de decisiones y responsabilidad por ellas, incluso judicial, son indispensables. Pero no al extremo de impedir los acuerdos y las decisiones.

 


Por ahora el resultado a menudo es más dificultad para la acción política y por ende menor confianza en sus actuaciones.

 


En culturas más pragmáticas estos cambios crean menos desconfianza. En sociedades más idealistas el choque es mayor, y además en una nación pequeña como la nuestra los políticos llenan una mayor proporción del escenario de comidilla y chisme, y claro, sus acciones se ven más afectadas.

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Lunes 03 Junio, 2013

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Miguel Ángel Rodríguez E.

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