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Opinión

Fronteras de la vulnerabilidad

Editorial

“No soy de aquí ni soy de allá; no tengo edad ni porvenir”. Facundo Cabral

 

Indiscutiblemente la crisis sociopolítica en Nicaragua ha promovido una oleada migratoria hacia nuestro país. De abril a la fecha más de 20 mil vecinos de esa nación han logrado pasar la frontera y asentarse acá, podrían ser más, pero los datos no son exactos. 

Hay muchos que esperan respuesta a la solicitud de refugio que plantearon ante de la Dirección de Migración y Extranjería, otros están ilegales a la espera de que la situación mejore para irse o bien para atreverse a regularizar su estatus. En su mayoría usaron los poros de la frontera norte para ingresar. 

Costa Rica abrió las puertas a los afectados de la violencia que se diseminó por casi todo el territorio nicaragüense y que deja a la fecha un saldo superior a los 400 muertos y miles de heridos, pero además miles de ciudadanos que viven con miedo de ser asesinados, secuestrados y hasta detenidos por la única razón de estar opuestos al régimen Ortega-Murillo. 

Migrar no es sencillo, dejar la familia, la casa y hasta el trabajo no es fácil, pero sí urgente para muchos de los pinoleros que ingresan a Tiquicia buscando ayuda, vienen con una mano atrás y otra adelante. 

El camino de Managua, Chinandega, Estelí, Masaya, Jinotepe al borde fronterizo es largo, pero más que eso riesgoso, si tomamos en cuenta que huir en estos momentos de ese país se maneja como traición y se castiga desmedidamente. 

Vienen hombres, mujeres y niños, caminando intentan entrar a Costa Rica, la idea es pasar desapercibidos, pues podrían ser deportados. Muchos esperan no solo horas, sino días para pasarse la frontera y escabullirse entre la maleza, vienen con algunas pertenencias y algo de dinero pues los coyotes no perdonan las deudas. 

Entonces hay una estancia en la zona limítrofe, ese sitio donde las poblaciones son extremadamente vulnerables, donde las opciones son muy pocas, la mayoría de las personas no son de aquí ni son de allá. Las familias son una mezcla de ticos y nicas, y eso no importa. 

Muchos de los migrantes logran apenas asentarse ahí, justo en la línea y pasan la vida cerca de su patria. 

Vivir en la frontera es sinónimo de vulnerabilidad, esas poblaciones son las más olvidadas por los gobiernos y más cuando hay conflictos como el acaecido en Nicaragua, son las que soportan el primer impacto de las migraciones y las que menos capacidad socioeconómica tienen para amortiguarlo. 

Son invisibles para las instituciones, imperceptibles para la economía, excluidos en mucho de las políticas de acción pública. Esos son los pobladores menos atendidos por los gobiernos a sabiendas del riesgo al que se exponen por el solo hecho de vivir en el “medio”. 

Y es que bien lo dicen los vecinos del borde fronterizo, ahí no importa la nacionalidad, los niños y las niñas estudian de un lado y viven en otro, compran los víveres en el comisariato nica y trabajan en la agricultura tica. 

Los lugareños no tienen problema alguno, por el contrario, llevan una vida solidaria con sus vecinos sin que el acento o el color de la piel intervengan, sin pelearse la originalidad del gallopinto o de la tortilla de maíz. 

Es una vida sencilla, pero compleja, debe estar en el ojo de las autoridades. La carencia de infraestructura vial, en educación, salud y seguridad propician los males locales. 

Pero la falta de acción de los gobernantes de ambas naciones les hace sentirse como habitantes de la nada. 

Hoy sufren las consecuencias del pleito interno contra Ortega, pero además del desempleo, la falta de oportunidades, un costo de la vida más elevado, escasez de agua en algunas zonas, atención médica y una alimentación limitadas. Hay que sumar la proliferación sin control del crimen organizado. 

Los grupos del narcotráfico ya penetraron montañas adentro y usan a una parte de esas comunidades para sus operaciones ilícitas, dicha actividad y la policía lo sabe, es el modus vivendi y el único ingreso de algunas familias. 

Ni qué decir de los traficantes de armas y ganado; no hay cómo controlar el robo y destace de sus reses, las mismas que luego son comercializadas a precios de locura hasta en la capital con un gran riesgo sanitario. 

La trata y tráfico de personas es cosa de todos los días. Fácilmente los coyotes penetran en la espesa zona y cobrando miles de dólares sacan y meten extranjeros. 

Nacen a raíz de esta situación comercios donde explotan a los más vulnerables, mujeres y niños para prostitución.

Debe con urgencia el gobierno, ya que está próximo a presentar el Plan Nacional de Desarrollo, generar más políticas públicas tendientes a atender dichas poblaciones y generar mayores oportunidades. 

Las líneas fronterizas son ricas culturalmente, tienen recursos naturales abundantes y muchos deseos de superación que no han podido florecer por lejanía e insensibilidad.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Lunes 24 Septiembre, 2018

HORA: 12:00 AM

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