No caigamos en los modelos estatistas
Lic. Alberto Pinto Monturiol*
Al ver las tragedias que ocurren a diario en Venezuela y Nicaragua, donde los gobernantes se han convertido en verdugos directos de sus propios pueblos, violando los derechos humanos de sus ciudadanos sin ninguna restricción, como lo han señalado los organismos internacionales para la protección de los derechos humanos, me puse a pensar en lo que le puede pasar a una democracia cuando llegan al poder personas que han importado ideologías que por más de 150 años se han probado inútiles, económicamente fracasadas y políticamente obsoletas.
Los modelos colectivistas, comunistas, socialistas y estatistas ponen primero al Estado, a la colectividad, sobre el ser humano, sobre la persona, y esa es su principal falencia. A través de la historia estas personas han tratado de ver al hombre solo como parte de una colectividad; como un rebaño, en donde las personas valen únicamente en esa calidad colectiva, irrespetando las características individuales de cada persona y violentando la esencia del ser humano; para esconder y solventar dentro de ese bloque colectivo sus propias limitaciones e incapacidades; como bien las describe el Filósofo del Derecho, el Doctor Luis Recasens Siches, en su tratado “Vida Humana, Sociedad y Derecho”.
Como consecuencia de tener ese “Poder” del Estado gigante y de tener las fuerzas de seguridad a sus órdenes, es que dan el paso siguiente y se convierten en dictadores, en sistemas estatistas y autocráticos, donde la división de poderes es nominal, ya que también controlan y mantienen a su servicio los demás Poderes (Judicial, Legislativo y Electoral).
La comunidad internacional debe apoyar a los habitantes de esos países para prevenir que más crímenes de lesa humanidad ocurran.
En Costa Rica el Estado era y es todavía muy grande, asistencialista, interventor en muchas de las actividades privadas, por muchos años se creyó “Estado Empresario” y se dedicó a actividades productivas que podría hacer la empresa privada, tales como telefonía, seguros y electricidad, entre otras muchas, que todavía “ejerce” total o parcialmente; por décadas estuvo convencido en que las convenciones colectivas eran la mejor forma de resolver los conflictos laborales con sus trabajadores, el Estado en Costa Rica es el empleador más grande del país; por todo lo anterior el déficit fiscal ha crecido a cifras casi inmanejables, la planilla del Estado es tan grande que la mayoría de los ingresos de los impuestos se va en el pago de los salarios a los funcionarios públicos y al pago de los intereses de la deuda, por lo que la inversión en infraestructura y desarrollo social es casi nula, apenas alcanza para los programas de asistencia a las personas más vulnerables.
A pesar de lo antes descrito que manejan los gobernantes de turno desde el Poder Ejecutivo, todavía tenemos los Poderes Electoral, Judicial y Legislativo independientes que son los pilares de Estado de Derecho y de la protección de los derechos de los ciudadanos y de los habitantes de la República.
Ante esta realidad, y según la experiencia de lo vivido por los pueblos hermanos de Nicaragua y Venezuela, debemos mantenernos alerta y ayudar a que el Estado no se haga tan grande como para que los que detenten el poder quieran perpetuarse en él. Debemos reducirlo y hacerlo más eficiente, para lograr salir de la crisis fiscal, que no se soluciona solo con más impuestos (que afectan a las clases trabajadoras y a los profesionales).
Para que Costa Rica se pueda desarrollar debe seguir con las reformas al Estado y sus instituciones y no copiar los modelos estatistas que nunca han funcionado y que solo miseria ha llevado a los pueblos en donde se implementaron.
*Abogado litigante / [email protected]
Las opiniones antes expresadas corresponden únicamente al autor y no representan la posición oficial del Colegio de Abogados y Abogadas de Costa Rica.
