Acumuladores de animales: ¿protección o crueldad?
Elena Quesada Serrano*
Si usted ha visto los programas de televisión donde una persona vive hacinada con una enorme cantidad de gatos o de perros y, cuando los intervienen, niegan tener un problema, usted ha visto a un acumulador de animales. En Costa Rica, la acumulación de animales es un problema creciente. En el año 2015, Senasa recibió 57 denuncias por acumulación de animales y, si bien en 2016 disminuyeron a 37, en lo que llevamos de 2017 se han recibido 111 denuncias.
Según Gary J. Patronek (VMD, PhD) y el Consorcio Investigador sobre la Acumulación de Animales (HARC, por sus siglas en inglés), un acumulador es aquella persona que adopta un gran número de animales al punto de sobrepasar su posibilidad de proveer los estándares mínimos sanitarios, de nutrición y cuidado veterinario; y que no asume ni acepta el deterioro en la condición de los animales (enfermedades, inanición o incluso la muerte), ni son capaces de reconocer los efectos negativos de la acumulación.
Si bien Patronek reconoce que existe un estereotipo de que las mujeres que viven solas tienden a ser quienes más acumulan animales, este comportamiento atraviesa todos los grupos demográficos y todas las condiciones socioeconómicas. Patronek afirma entonces que la mayoría de las personas que acumulan animales tienden a tener una vida llena de secretismos o una doble vida, donde su faceta pública dista muchísimo de sus prácticas en la esfera privada.
Algunos investigadores sugieren que los comportamientos de las personas que acumulan animales pueden entenderse mejor si se analizan como casos de adicciones, donde hay una negación del problema, así como ideas de persecución y conflictos con la autoridad. Los acumuladores necesitan tener más animales y no pueden controlarse. El psicólogo Randy Frost, especialista en trastorno obsesivo compulsivo y en casos de acumuladores, apunta a un trastorno delirante, ya que, a pesar de que las evidencias demuestran lo contrario, los acumuladores aseguran que los animales están bajo excelentes cuidados, lo que sugiere un sistema de creencias irrealista.
Existe, por tanto, una enorme contradicción, ya que los acumuladores profesan su amor incondicional a los animales, haciéndose llamar, en algunos casos, rescatistas o dueños de refugios (lo que no significa que todos los que se dediquen a esta encomiable labor lo sean), utilizando frecuentemente esta careta para manipular a los medios de comunicación y como defensa cuando se les abren casos por crueldad; y aunque pareciera que demuestran una genuina preocupación, los acumuladores son inconscientes del extremo sufrimiento que viven los animales sujetos de estas condiciones. Tanto así que, cuando los animales son rescatados de estas situaciones, a menudo la eutanasia es el único recurso para evitarles mayor sufrimiento, ya que la mayoría padecen enfermedades incurables o son incapaces de convivir con humanos por falta de socialización.
La gran cantidad de aristas que atraviesan estos casos hace que sea necesario un abordaje interinstitucional, que atienda la situación de los animales y que brinde atención al acumulador mismo para evitar la reincidencia, lo cual demanda una importante cantidad de recursos económicos, así como recurso humano especializado que ofrezca la atención requerida.
Por ello, la esterilización de animales de compañía, las restricciones a la reproducción indiscriminada de perros y gatos y el establecimiento de planes comunales implementados por los barrios organizados de la mano de los gobiernos locales para la atención de animales que deambulan resultan acciones valiosas para prevenir la sobrepoblación y evitar que los animales caigan en manos de acumuladores. En cada uno está ser parte de la solución.
*Coordinadora Nacional
de Bienestar Animal
