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Opinión

La paz no es gratuita… hay que construirla día a día

Gloria Bejarano Almada

Esta semana iba a referirme al problema vial que enfrentamos, a las presas y la incapacidad que hemos demostrado en la aplicación de la Ley de Concesión de Obra Pública. Iba a hablar de la necesidad de declarar el estado de nuestra infraestructura en emergencia nacional, en la importancia que debe darse a este debate durante la campaña electoral y sobre todo al compromiso que debieran asumir los candidatos presidenciales.

Más allá de señalar los errores que se han cometido en el pasado, los costarricenses necesitamos saber que esos errores serán enmendados, que hay un consenso por parte de los partidos, en lo que se refiere a los cambios que hay que hacer para que la obra pública sea construida cumpliendo los requisitos básicos de calidad, transparencia y precio, porque tan importante es el costo como la calidad y la transparencia con que se realiza la obra pública. Aducir que no importa que el costo sea superior mientras haya transparencia no es lo que uno espera escuchar de las autoridades.

Este es un tema de gran importancia y no podemos permitir que quede relegado en la agenda electoral, pero el tema parece perder relevancia cuando hacemos un repaso por las noticias, entre las que sobresale por supuesto la situación de Venezuela, el ataque terrorista en Londres, el estado de guerra de Siria, el cambio climático.

Noticias de muerte, de hambre, de miedo, de falta de libertad, de odio, de imprudencia y es cuando hago un alto en la lectura para dar gracias de vivir aquí, de transitar sin el miedo de encontrarme con una bomba, de ir al supermercado y encontrar lo que necesito para alimentar a mi familia, de poder gozar de la naturaleza y respirar aire puro. Sí, hay presas, pero mientras llego a mi destino puedo escuchar las noticias con diferentes puntos de vista y disentir, puedo escoger al candidato que me represente y votar libremente sin esperar represalias.

Para muchos vivimos en un paraíso, dentro de una burbuja en la que los males del mundo parecen no alcanzarnos, pues vivimos en el país más feliz del mundo, y de pronto golpea mi mente una noticia que nos estremeció a todos, el asesinato de un hombre frente a un centro escolar, con el agravante que un inocente sufrió heridas que pusieron en riesgo su vida. 

Con dolor tengo que reconocer que ya no estamos exentos de vivir una tragedia, que Dios no lo quiera, un nieto pudo haber sido la víctima del atentado, que no sabemos en realidad qué se mueve bajo la feliz superficie que habitamos en total desconocimiento sobre la penetración del narcotráfico, los enfrentamientos y rencillas entre capos, intereses ajenos a nuestras tradiciones y forma de vida. Es entonces cuando nos preguntamos ¿hasta dónde nuestra paz está protegida? ¿Hasta dónde podemos garantizarles a las nuevas generaciones que les entregaremos un país como el que recibimos?

No tengo respuestas, solo inquietudes y temor por la Costa Rica que les vamos heredar a nuestros nietos. Decía Artigas “Nada debemos esperar sino de nosotros mismos” y creo que este debe ser el punto de partida desde el cual cada uno de nosotros debe asumir la responsabilidad de velar por la seguridad de nuestra familia, nuestra escuela, nuestra comunidad y nuestro país. 

El fantasma de la inseguridad comienza a flotar en el ambiente y es momento de buscar la forma de frenarlo antes que entremos en una escalada de violencia. 

Es necesario para ello contar con el apoyo de las autoridades, que además de cumplir con su responsabilidad de garantizar la seguridad pública, nos instruyan para respaldarlas en su trabajo, indicando las medidas que podemos adoptar para prevenir ataques, robos y situaciones que comprometan la seguridad de nuestros barrios, comunidades y áreas de trabajo.

La paz que gozamos no es gratuita, no está garantizada, debemos procurarla, construirla con nuestras decisiones y luchar por ella antes de que sea demasiado tarde y nos sea arrebatada.

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Sábado 10 Junio, 2017

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