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Opinión

Cuota sindical y la solidaridad

José Joaquín Meléndez G.

El aporte sindical de los trabajadores, llamado cuota, tiene sus raíces en el movimiento obrero, que emerge de la lucha en las fábricas, minas o del obrero agrícola. Para constituir ese movimiento hubo que pasar por la tragedia de ahorcados, fusilados, exterminados en las cárceles en mazmorras, exiliados o emigrantes de su patria. Han sufrido juicios injustos, amañados y políticos. Se desconocieron sus reivindicaciones. Aparte de ello, han sufrido la ignominia del despido, la persecución, incluso los han calificado de vagos. Este es el trance histórico vergonzoso por el que ha transitado el movimiento obrero, cultivado por sus enemigos. En esta tragedia están presentes los Mártires de Chicago, Sacco y Vanzetti, los obreros de la Comuna de París, en las minas de Chile o en la esclavitud salvaje.

En ese proceso de lucha permanente se ha institucionalizado el sindicalismo para que todos los trabajadores del mundo gocen de ese derecho sin discriminación alguna, tanto para trabajadores de la empresa privada o del sector público. No es casual la Cláusula 23 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el mismo Derecho Laboral y el Código de Trabajo o los Convenios Internacionales de OIT, muchos todavía negados por sus Estados miembros o pasar por el tamizaje de los juzgados de trabajo y cuestionamientos de orden constitucional.

De la institucionalización del sindicalismo, como aporte obrero, se ha nutrido el trabajador del sector público para fundar sus sindicatos; pero, ¿en dónde estriba la diferencia entre el sindicalismo del sector obrero y sector público? En muchos factores, pero fundamentalmente en la cuota. La cuota obrera desde su génesis fue solidaria, pagada a conciencia para el desarrollo de su propia fuerza y creación de nuevos sindicatos. Esa cuota no se cancelaba por panilla o deducción dentro de la fábrica. Su pago era directo. Con el tiempo, la cuota no solo fue para sus coterráneos sino solidaria, también en la ayuda a obreros de otras naciones, naciendo así, poco a poco, el internacionalismo de los trabajadores. Así se vio beneficiado el trabajador de la misma Europa, América, Asia, África y Oceanía. Costa Rica no fue excepción.

El sindicalismo del sector público se nutre de esa creación del movimiento obrero, de la normativa creada con sangre, persecución, destrucción y despidos, sin embargo, su cuota no tiene el mismo significado. No todos entregan su cuota directa, es por deducción de planilla, lo cual es una conquista muy valiosa que facilita su financiamiento, pero le falta mucho más: el para qué de esa cuota.

La cuota sindical del sector público ha quedado cautiva en la miopía, el egoísmo, el gremialismo casi mutualismo, incluso el elitismo, donde la solidaridad no está presente, salvo excepciones; la solidaridad no brilla en las bases, las aristas ni en el vértice. Algunos apuntan sus miserias o batallas que han de dar para no aportar lo correspondiente, sin embargo, a cuántos no hemos escuchado en sus discursos hablar de la solidaridad, la unidad y de la alianza, pero ello no fructifica en la ayuda para organizar a los trabajadores de la construcción, bananeros, de la piña, el transporte, fabril, comercial, servicios, bancarios, campesinos, desempleados o del sector informal. ¿Cuántos trabajadores de la empresa privada están sin su organización sindical?

Hay que hacer saber al trabajador sindicalizado, por todos los medios posibles, que su cuota sindical lleva implícita y explícitamente la ayuda a sí mismo, la de sus compañeros para obtener sus reivindicaciones sociales y económicas, la formación de cuadros, la expansión de su estructura y el aseguramiento del Derecho Laboral; pero además esa cuota lleva incorporada la ayuda al trabajador nacional por medio de una central sindical, como también al internacionalismo continental y mundial de los trabajadores. Es así como se construye ese derecho en justicia y libertad de organizarse sindicalmente.

Lamentablemente, muchos dirigentes se toman atribuciones que no son de su competencia, pero sí de su autoridad para decidir o conducir acuerdos y con ello negar el aporte nacional e internacional dirigidos a constituir más sindicatos; pero sí les vemos buscando, por medio de proyectos, ayuda financiera de otras organizaciones internacionales cuyos obreros aportan solidariamente.

Solo recuerdo que los dirigentes del sector público somos hijos de obreros, de artesanos, de campesinos, de algún servidor público asalariado, del sector informal, de algún desempleado, que somos de esa clase trabajadora y por tanto solidarios con nuestra cuota y no dejarnos confundir por tecnócratas prejuiciados que nos llaman empleado, capital humano, recurso humano o colaboradores. Somos orgullosamente trabajadores, así nada más, quienes construimos puentes, edificios, aeropuertos, muelles, quienes educamos en las aulas, atendemos en las oficinas, el comercio, en los hospitales, los hoteles, en la agricultura, los de la electricidad, correos, el taller, las represas, los impresores de periódicos, el transporte, en torres de control, en barcos; somos además poetas, trovadores, tenores, sopranos, pintores, de la danza y la literatura… en fin, de todo oficio y cultura para producir bienes y servicios en bien de la humanidad.

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Sábado 15 Octubre, 2016

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