TIC: tecnología de la incomunicación
José Calvo
Todas las innovaciones útiles tienen su lado malo: el automóvil contamina, y mata millones por año. La medicina salva vidas y contribuye a la explosión demográfica. La energía nuclear se usa en la bomba y contamina, etc.
Le debemos mucho a la tecnología de la información: Google es una maravilla que arrinconó a la Enciclopedia Británica. Pero Larry Page y Sergey Brin acumulan una riqueza ilimitada en un mundo donde las 4 quintas partes pasan hambre. Y le debemos mucho al teléfono celular: una bendición si no fuera por la incomunicación que provoca.
En mi casa vivimos cuatro personas, tres con teléfono celular, y yo no tengo. Ni qué decir tiene que esas tres se viven hablando por teléfono, o marcando números: lo que hace apenas 30 años la izquierda llamaba “alienados”. O quizá los alienados somos los sin teléfono. Ni qué decir también que yo tengo mucho problema para comunicarme con ellos; que estoy incomunicado. He tenido la tentación de comprarme un celular en el ICE para no agravar el monopolio que el Libre Comercio le dio a don Carlos Slim, con una fortuna de miles de decenas de millones de dólares en un país de gente muy pobre.
En “Oscuridad a Medio Día”, Arthur Koestler hace el argumento de que el peor castigo que se puede infligir a una persona es el aislamiento: parte del lavado de cerebros de las purgas soviéticas, mediante el cual uno acepta cualquier culpa y un tiro en la cabeza, por la bondad de que le regalen un cigarrillo después de varios días sin hablarle. Me dicen que esa tecnología apenas está empezando. Por suerte nosotros estamos terminando. Yo no quiero ver un mundo donde ni las parejas se comunican, porque están muy ocupados hablando por teléfono. Nos condena a la alienación.
Si el dinero produce clases irreconciliables (mister Warren Buffet y yo), la TIC también. El adepto anda como encorvado, de medio lado, porque está marcando un número, o está hablando, lo que da una postura torva. Pero la ventaja de los dueños de celular es temporal e ilusoria, si no logran mejorar la distribución de la riqueza, y cambiar el patrón explotador de subdesarrollados, del libre comercio imperial. Y si no pueden detener el calentamiento global. El reto es muy grande.
Sin la contribución de algunas personas, independiente de las máquinas, solo tendríamos un tiquismiquis.
