Era el año 1978, con toda su intención Walter Ferretti se apuntó a luchar junto con Daniel Ortega Saavedra -actual presidente de Nicaragua- en el Frente Sandinista. Su capacidad de luchador y líder le valieron el título de comandante y ser uno de los principales en ese grupo.
Durante esos años, Walter viajaba a Costa Rica ya sea por descanso o compromisos y, en una de esas visitas conoció a Celia Araya, una educadora de primaria. Ambos decidieron formar una familia; la labor del comandante Ferretti no se detenía, así que ella comenzó a experimentar ese estilo de vida.
Diez años después la historia dio un giro inesperado, Walter sufrió un accidente automovilístico que le arrebató la vida, acabando así, de manera fortuita, con todos sus sueños. Ahora la situación se le ponía cuesta arriba a Celia, quien debía sacar adelante a su hijo Lenín Araya.
Era el momento de sentarse y pensar el siguiente paso y el norte a seguir, ya que ella perdió a su esposo, un pilar importante para el sustento de la familia. La hora de hablar con su gran amigo de batalla, Daniel Ortega, llegó, con la finalidad de que le reconociera todos sus años de servicio. Parecía fácil, pero jamás sabía que aún, 26 años después, estaría pulseándola por una ayuda de quien hoy es el máximo jerarca nicaragüense.
Esta tica, quien recibe una pensión de ¢303 mil pues tuvo que dejar de laborar por un problema en sus rodillas, hoy necesita ayuda para salvar su casa, la cual pronto perderá si no cancela una deuda de ¢20 millones, por lo que comenzó a recabar documentos que aseguraban la labor que Walter hizo al lado del mandatario, muriendo en 1988 por apoyar a su gran amigo Ortega.
Esperaba que con estos argumentos él le apoyara para cancelar la deuda, tal vez no en su totalidad, pero sí dándole algún apoyo que tanto requiere en estos momentos.
“Los documentos que le mandamos a Daniel le expresamos que hemos estado en peligro de perder la casa, entonces pedimos una ayuda porque el papá de él -de Lenín- hizo mucho por Nicaragua y nosotros ya no tenemos más tiempo, queremos una respuesta, sí o no, pues hemos dejado papeles en el cuartel sandinista y todo se pierde, nunca recibimos una llamada ni nada”, dijo Araya a DIARIO EXTRA.
SIN RESPUESTA
En el 2012 Celia y su hijo -de 36 años- enviaron a Nicaragua toda la documentación. Han visitado tres veces ese país del norte y salen cabizbajos pues el silencio se hace cada vez más grande.
“Si él dice: 'bueno, les voy a dar lo mínimo', ¡no importa! Aunque sea un poquito, eso nos salvaría. Este señor Daniel recibió los papeles, él sabe que no es ninguna mentira”, subrayó.
“Lo que quiero es recibir una respuesta, creo que como ser humano merezco eso”, añadió esta vecina de Cartago.
Por su parte, Lenín, suplica que Ortega voltee su mirada hacia su familia y considere y retribuya todo lo que su padre dio por el país.
“Es justo que nos pudiera ayudar, ya que mi papá le ayudó mucho en la lucha en el frente sandinista. Él decía que mi papá era como un hermano para él. Yo veo que es justo que nos dé una mano y más ahora que estamos con tanto problema”, dijo.
LA CELAC, UN BUEN MOMENTO
La motivación estaba al tope, ahora ya no tenía que viajar a Nicaragua pues tenía al presidente Daniel a unos cuantos kilómetros. Ella sabía que el jerarca tenía todos los documentos sobre su situación, así que, con su puño y letra, escribió una pequeña carta y decidió llevársela el jueves -ayer-.
“Hola Daniel, un saludo muy cariñoso. Te escribe la Celia, la mamá de Lenín, hijo de Walter Ferretti. Hemos viajado tres veces a Nicaragua pero ha sido un fracaso. Por favor, quisiéramos saber una respuesta de lo enviado aquella vez, aunque sea para ya no seguir alimentando esperanzas. Muchas gracias, aquí esperamos”, recita el escrito.
Ella sabía que el ingreso de las comitivas era muy rápido, así que tenía planeado interceptarlo y detenerlo, era la única forma pues sus fuerzas ya no daban, esa era la pequeña llama que se mantenía viva. No había mucha explicación, Ortega sabe quién es ella y su hijo.
La carta, al final, tenía un espacio para que el nicaragüense estampara su firma. En un lado decía “sí”, declarando que le ayudaría, y en el otro tenía un“no”, dejando claro su negativa para apoyarlos.
Cecilia necesitaba una respuesta para dejar de aferrarse a una ayuda que, posiblemente, nunca llegaría.
Pasaron los minutos y la caravana de Daniel aún no se asomaba. El día anterior, este pisó suelo costarricense tarde, por lo que confiaba en que, en esta oportunidad, sería la misma historia. Así que se mantuvo bajo el intenso sol esperando al íntimo amigo de Walter.
De pronto se escucharon unas sirenas, los ojos de Cecilia y Lenín brillaron y ya estaban listos para detener a la seguridad. Llegaron los carros pero el semblante de ambos decayó, no era Daniel, sino su homólogo Nicolás Maduro -presidente de Venezuela-, él era el único que faltaba en la cumbre pues Ortega se fue inesperadamente.
¿Y ahora? ¿Qué sigue? Las bajas esperanzas volvieron a su sitio, a lo más hondo de sus corazones, Celia y su hijo perdieron una opción de oro para hablar con el mandatario.
La lucha aún no termina, ella continuará exigiendo sus derechos, solo le pide a Daniel Ortega que la escuche, que se detenga un momento para que lea sus solicitudes y ayude a la familia de su paisano de lucha, de aquel hombre que le acompañó en tiempos de angustia y de alegrías.
Esta mujer visitará todas las embajadas necesarias, irá a las máximas instancias de las autoridades tanto nicaragüenses como costarricenses; para Cecilia y Lenín, esto apenas comienza.
