Los ticos no le encontraron la gracia. La III Cumbre de la Celac tuvo un ambiente como un jueves normal. Carros iban y venían, vecinos salían a correr, pero solo a eso.
El ingreso de las comitivas no tuvo ningún contratiempo, cada una llegó en sus lujosos carros, tan rápido como si estuvieran en una persecución, sin tiempo para saludos ni fotografías. El único que marcó la diferencia nuevamente fue Rafael Correa, el presidente de Ecuador, quien disfrutó del paisaje con su ventana abierta y saludando a los pocos que se topaba.
La cumbre terminó y se está a la espera de la puesta en práctica de esas ideas con miras a mejorar la situación económica y social de Latinoamérica y el Caribe.