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Opinión

Gobernabilidad democrática en América Latina

La gobernabilidad democrática cojea en América Latina. Y aunque es verdad que esa cojera se debe a múltiples factores históricos, culturales, sociales o económicos, se debe también al modelo político que nos rige, sea porque adoptamos un presidencialismo sin las condiciones necesarias para su ejercicio o sin las contrapartidas de los pesos y contrapesos inherentes a una verdadera división de poderes, sea porque sigue latente un caudillismo del siglo XIX, que renace de tiempo en tiempo.
El péndulo latinoamericano parece decantarse por dos extremos: la ingobernabilidad democrática por una parte, o un presidencialismo caudillista y populista por la otra.


Cuando se dificulta o afecta fuertemente la gobernabilidad democrática, el paso predecible será la escogencia de propuestas populistas –de derecha o de izquierda-, las que, al final, afectarán seriamente la vigencia de los derechos fundamentales.


Es sintomático que países que han elegido presidentes caudillistas y populistas en los últimos años, lo han hecho precisamente después de un período de fuerte ingobernabilidad democrática.


Chávez en Venezuela, los Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Fujimori en Perú; fueron elegidos y reelegidos después de un período de alta inestabilidad política o económica.


Muchos de esos países han seguido un patrón común reconocible: 1) fundarse en la desestabilización antes de su ascenso al poder; 2) ser elegidos con un mensaje populista sin referencias concretas a la ideología que propugnan (de “izquierda”, de “derecha”); 3) acciones populistas que aseguren su popularidad inmediata (aunque sean insostenibles económicamente); 4) convocatoria a una constituyente o reforma a la Constitución para obtener poderes especiales presidenciales y la reelección inmediata; 5) más medios de comunicación sujetos al gobierno y limitaciones crecientes de los medios independientes; 6) impulso gubernamental de “grupos” que tomen las “calles” según intereses del gobierno y que limiten el uso del espacio público a grupos independientes; 7) políticas clientelistas dirigidas especialmente a premiar a sus partidarios; 8) mecanismos de control social ligados al gobierno o partido hegemónico en los barrios y comunidades, etc.


No se trata de un tema ideológico, pues gobernantes de la izquierda democrática como Ricardo Lagos o Michelle Bachelet en Chile; Tabaré Ramos o José Mujica en Uruguay; Lula Da Silva en Brasil o Mauricio Funes en El Salvador; han impulsado propuestas de izquierda respetando fundamentalmente el sistema institucional de sus países, la división de poderes, equilibrio de mayorías y minorías, tribunales de justicia, medios de comunicación y gobiernos locales independientes.


Si no queremos caer en los dos extremos (ingobernabilidad o populismo), es esencial que trabajemos juntos –gobierno y oposición, cámaras y organizaciones laborales, periodistas y académicos-, por fortalecer nuestra democracia.


Buscar consensos y alcanzar acuerdos nacionales (no coyunturales) y transparentes. Pasado el vendaval de un presupuesto sin espacio para la negociación, creo que es posible –e imprescindible– hacerlo, por el bien de nuestra patria.

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Sábado 06 Diciembre, 2014

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Por: Rodolfo E. Piza Rocafort

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