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Opinión

La angustia

Creo oportuno arrancar este escrito con la distinción que señala el Padre Larrañaga entre angustia y ansiedad. “En la angustia se da una sensación física de opresión, ahogo y encogimiento que afecta diversamente a la zona visceral y se localiza también, aunque en menor grado, en el plexo solar, en la zona cardíaca y en la garganta. La ansiedad, en cambio, es una perturbación más bien psíquica de carácter cerebral que somática. La angustia tiene un efecto sobrecogedor y paralizante por lo general; en la ansiedad, por el contrario, se produce un efecto como de sobresalto con tendencia a la fuga”.


En la práctica, no obstante, no es tan fácil delimitarlas. Ambas se entrecruzan y mezclan frecuentemente. “Por tanto, concluye nuestro autor, la angustia y la ansiedad son matices diferentes de la misma enfermedad”.


La angustia se emparenta también con el miedo, y aún más con el temor en cuanto que entraña un peculiar sentimiento ante lo desconocido.


A la angustia se le suele clasificar como vital y reactiva. La angustia vital es aquella que se produce sin motivos ni estímulos exteriores. Se trata de una personalidad genética angustiosa. El mismo autor la describe así: “Nacieron así, están angustiados de modo habitual y sin motivo, se sienten asediados por dentro y por fuera, se preocupan por todo, sienten miedo de todo, viven en ascuas, en una atmósfera interior hecha de temores, incertidumbres, preocupaciones, suposiciones, aprensiones… Generalmente esta personalidad ansiosa coincide con tipos depresivos, tímidos y acomplejados”.


La angustia reactiva es más común, fruto de una compleja interacción entre el individuo y el ambiente.


El estímulo exterior provoca una alteración en la persona que deriva en angustia, cuyos efectos suelen ser: aceleración de las palpitaciones, respiración más agitada, mayor descarga de adrenalina, trastorno del proceso circulatorio, opresión y sobrecogimiento en la zona gástrica.


En ocasiones, la intensidad es menor y la duración más prolongada.


El síntoma propio es entonces el ahogo, decaimiento, y cierta repercusión en el corazón y la garganta.


¿Se puede superar la angustia? Si es vital, es decir congénita, se puede mejorar, pero no curarse del todo.


Se cumple aquí lo de “genio y figura hasta la sepultura”. En cambio, los que padecen de angustia reactiva pueden liberarse del todo y por sus propios medios. ¿Cómo? En general y siempre, cada quien es responsable de su cura, aquello de “sálvate a ti mismo”. El proceso es lento, a veces especialmente difícil, y siempre con progresos y retrocesos, lo que exige constancia y tenacidad.


¿Los sedantes? Constituyen el veinte por ciento, lo que es una exageración, pues “estos depresores, advierte el Padre Larrañaga, pueden aliviar en un momento de emergencia, pero no abordan el mal, son puros paliativos, y engendran dependencia”. Concluye que “la solución de la angustia, o al menos la solución parcial, proviene de hacer una nueva evaluación”.


En efecto, ante cualquier situación peligrosa se impone calma para hacer un análisis correcto. El mismo autor puntualiza: “En esos casos, las reglas de oro son: detenerse, tomar conciencia de que estoy exagerando sobre el grado de amenaza, volver a analizar la situación con la cabeza fría contar todo a una persona amiga y equilibrada, y aplicar a la situación lo referente a relativizar”.


Hay que aplicar también aquello que quedó escrito en entregas anteriores de esta serie: dejar que las situaciones (personas y cosas) se den como se dan, sin permitir que nos tomen e invadan y se adueñen de nuestra mente, nervios y reacciones. Y, por el contrario, promover y mantener un sistema nervioso libre, relajado, en paz.


A ello, si se tiene fe, habrá que añadir la doctrina del abandono. Ratos largos con el Padre Dios que todo lo dispone para bien, hacer lo que nos manda y aceptar, soportar y dar sentido y valor a cuanto él permite, el mal en todas sus manifestaciones: físicos, psicológicos, morales y espirituales. No perder de vista aquello de que “no hay mal que por bien no venga” porque nuestro Creador y Padre nos ama, y cuanto hace o permite es fruto de su amor. Insisto, para vivir esto, se necesita absolutamente de fe, la fe cristiana.

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Sábado 06 Diciembre, 2014

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Por: Juan Luis Mendoza

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