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Opinión

Libertad

Tratamos especialmente de la convivencia matrimonial y familiar. Y al referirnos al tema de la libertad hemos de afirmar con el P. Larrañaga que “todo lo que impide el crecimiento integral del cónyuge es un atentado contra la libertad”. E implica, añado yo, un fatal irrespeto a la persona con un sinnúmero de lamentables consecuencias. “Donde no hay libertad, declara nuestro autor, hay temor y, a la sombra del temor, nacen y crecen todas las malezas de los complejos y traumas que irán asfixiando inexorablemente el proceso de la maduración humana”.


Contra la libertad, la dominación. Es la primera y más clara manifestación, aunque no siempre de modo violento sino camuflado, sutil. Y quien es víctima, tarda en tomar conciencia de lo que sucede y poco a poco se ve cercado por las redes de la timidez, el debilitamiento y hasta la incapacidad para reaccionar.


Con el ejercicio de la libertad en el hogar y, concretamente, entre los cónyuges, tiene que ver lo que concierne a la sociedad patriarcal y sus valores eminentemente masculinos que han prevalecido hasta nuestros días.


Es obvio que en esta situación la libertad o autonomía de la mujer queda condicionada y disminuida, exponiéndola al sentimiento de inferioridad e inseguridad, sumisión y dependencia.


Es cierto, no obstante, que actualmente la mujer está en pie de lucha por reconquistar su dignidad y derecho, y exige, como corresponde, idéntico respeto, libertad y compromisos compartidos con el varón, especialmente entre los cónyuges.


No echar en olvido lo ya expuesto en un escrito anterior sobre la esencial singularidad que distingue al ser humano, hombre o mujer. A propósito, el P. Larrañaga afirma: “El amor genuino siempre preserva la distancia entre uno mismo y el otro; más aún, tiende a cultivarla. Y en la medida en que la individualidad sube y se perfecciona, en esa misma proporción el amor entre los esposos adquiere consistencia y madurez”. El amor se funda en la libertad y tiende a hacer a los que se aman más libres: más ellos mismos, más sueltos y unidos al mismo tiempo, sin dominantes ni dominados.


En la práctica no es fácil. Hombres y mujeres –especialmente dentro del matrimonio- se enredan en el peligroso juego de quién domina a quien, de modo descarado a veces y, con más frecuencia, de manera oculta, según se trate del varón o la mujer, temperamento, capacidad de competir, profesión, y otros más imponderables, entre los que sobresalen las experiencias acumuladas en el pasado de éxitos y fracasos que les llevan, según los casos, a los extremos del narcisismo o la carencia de la debida autoestima. “Ante tanta desventura, puntualiza el P. Larrañaga, estos tipos, no sabiendo a quién culpar o castigar, se compensan a sí mismos descargando su frustración violenta sobre la persona más importante que está a su lado”.


Hay quienes arrastran hasta el matrimonio otros desajustes psíquicos de toda índole. En todo caso, la medicina segura de cualquier mal será siempre la vivencia de la libertad, base de todo auténtico amor.


Sigo otro día, Dios mediante.

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Sábado 28 Diciembre, 2013

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Por: Juan Luis Mendoza

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