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Opinión

Alternativas

El discurso en Naciones Unidas del Presidente de Uruguay, José Mujica, es un mensaje fuera de lo ordinario, que amerita reflexión. Es emotivo su clamor por la vida, por la ecología, por los débiles y oprimidos. Su estilo llano que apela al sentido común lo hace muy atractivo. A muchas personas las atrae su responsabilizar a la globalización, a los bancos y al mercado de los sinsabores y frustraciones cotidianos.

 

Yo quedo perplejo ante la mezcla que hace el Presidente Mujica de admirables sentimientos de solidaridad con los más débiles y su ataque a los instrumentos que han logrado sacar de la pobreza a miles de millones de personas que hoy pueden vivir en el planeta.

 

La población mundial se ha expandido y evolucionado -en su mayoría- de la subsistencia precaria a la comodidad, gracias a la especialización del trabajo y de las empresas, al intercambio creciente, a la búsqueda del éxito con la innovación, a las señales de los precios, a la competencia, a la destrucción creativa que producen los cambios. Todo eso solo es posible por el mercado. Pero Mujica afirma: “Hemos sacrificado los viejos dioses inmateriales, y ocupamos el templo con el Dios Mercado. Él nos organiza la economía, la Política, los hábitos, la vida y hasta nos financia en cuotas y tarjetas, la apariencia de felicidad”.

 

Esa es una de las contradicciones que más permean el debate político latinoamericano. Queremos los resultados pero abjuramos de los medios para alcanzarlos. Y tampoco se eliminan los medios: en Uruguay siguen funcionando las tarjetas de crédito.

 

La contradicción es aún más profunda. En su mensaje al mundo don José Mujica proclama: “La política, eterna madre del acontecer humano, quedó engrillada a la economía y al Mercado.

 

De salto en salto la política no puede más que perpetuarse y como tal delegó el poder y se entretiene aturdida luchando por el Gobierno”. ¿Delegó el poder? ¡Pero si la política es lucha por el poder! ¡Pero, claro, no puede la política tener poder para lo imposible! Está encadenada a la realidad. Tiene que estarlo o sería demagogia o poesía. Aunque frustrados políticos lo deseen, no son Dios para tener poder sin límites.

 

Encadenada a la realidad de la escasez y de la limitación de medios. A la realidad de múltiples necesidades que no podemos satisfacer en su totalidad. A la realidad del conocimiento, la tecnología y las posibilidades productivas. A la realidad de tener que ahorrar para invertir. Y por ello los gobiernos tienen capacidades limitadas, los programas públicos deben partir de realidades y la política debe atenerse a lo que es posible. Pero los votantes soñamos con lo que deseamos y algunos políticos se creen a pie juntillas el decir de Unamuno de que “sólo el que ensaya lo absurdo es capaz de conquistar lo imposible”. Y así, en América Latina con frecuencia el realismo mágico se escapa de las novelas a la vida pública.

 

¿Cómo vencer la frustración y el enojo de nuestras limitaciones? No es renunciando a la realidad. Esta la mejoramos con conocimiento y perseverancia. La historia es evidencia de que sí se puede progresar. Pero para hacerlo necesitamos fe. En nosotros, en los demás y en Dios. Con fe tenemos esperanza que nos da ánimo para vencer las adversidades y aceptar las limitaciones. En política no se vale solo soñar. También hay que tener los pies en la tierra y fortaleza de voluntad.

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Lunes 07 Octubre, 2013

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Miguel Ángel Rodríguez E.

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