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Opinión

Desigualdades, frustraciones y el desarrollo humano

Miguel Ángel Rodríguez

Nuestro propio progreso y las nuevas oportunidades, desigualdades y frustraciones ponen en riesgo nuestro desarrollo humano.

El pasado diciembre el Programa para el Desarrollo de Naciones Unidas publicó el Índice de Desarrollo Humano (HDI) 2019 con base en datos de 2018, que nos confirma los efectos de la desaceleración que vive Costa Rica desde finales de 2015. Durante ese periodo es ínfimo el crecimiento de nuestro HDI. 

Este informe señala: “La oleada de manifestaciones que se han producido en numerosos países es un claro signo de que, para el progreso de la humanidad, hay algún aspecto de nuestra sociedad globalizada que no funciona. La ciudadanía está tomando las calles (con) un hilo conductor: la profunda y creciente frustración que generan las desigualdades. Para entender cómo se debe abordar el desasosiego actual es necesario mirar ‘más allá del ingreso, más allá de los promedios y más allá del presente’”.

Por ende, pone énfasis en la desigualdad: la que aún queda en las áreas básicas, a pesar de que en las últimas décadas se hayan dado enormes avances, y la nueva desigualdad que el progreso y las expectativas hacen surgir entre quienes pueden aprovechar nuevas oportunidades y quienes no disfrutan de esa alternativa. 

Las frustraciones y las nuevas desigualdades originadas en falta de oportunidades en educación superior, en acceso a las tecnologías del siglo XXI y en carencia de medios para enfrentar el cambio climático se dan principalmente entre personas de ingresos medios. Entre ellas es más evidente la inconsistencia del avance alcanzado y las expectativas generadas frente a las dificultades para satisfacerlas. Ello demanda generar habilidades en más áreas para disfrutar de igualdad de oportunidades. Lo que no es posible si no se cuenta con estados más eficientes.

Los economistas chilenos Andrés Velasco y Luis Felipe Céspedes señalan un origen complementario para la ola mundial de manifestaciones del año que acaba de terminar: los éxitos del capitalismo. Éxitos en aumentar la seguridad económica y el acceso a educación superior, que predispone a manifestarse con poco costo si las oportunidades para seguir progresando no están de inmediato disponibles. Éxito en acumular capital y progresar, con base en bajas remuneraciones y bajos impuestos a la producción, pero al alcanzar mayor desarrollo esos bajos impuestos y remuneraciones son incompatibles con las demandas por mayor abastecimiento de bienes públicos y de generación de igualdad de oportunidades en más amplios campos de acción humana. Éxito en crecimiento copiando las tecnologías de los países más avanzados con producción monopolística, que dificulta después la competencia necesaria para la innovación. 

El resultado de esos cambios, a la par de las nuevas capacidades de organizarse y de informarse (y desinformarse) de las personas gracias a las redes sociales, crea una sociedad civil mucho más poderosa a la par de un estado incapaz de responder a las demandas de una clase media más educada. La ventaja es que las rebeliones son con marchas en las calles y no con balas.

Costa Rica está inmersa en esa dinámica.

Desde el siglo XIX han predominado la paz, la previsión y la solidaridad, gracias a lo cual hemos disfrutado de estabilidad política y de crecimiento social y económico. Así alcanzamos, con altibajos, un nivel intermedio de ingresos, de educación, de acceso a bienes públicos, de desarrollo tecnológico e incluso un nivel más elevado de desarrollo humano.

Pero no hemos terminado de alcanzar las metas del siglo XX. Todavía tenemos una quinta parte de las personas viviendo en pobreza. La educación secundaria no se ha generalizado ni genera las habilidades básicas demandadas y la terciaria no cubre una proporción adecuada de la población. Tenemos alto desempleo e informalidad, no producimos los bienes necesarios para satisfacer las demandas mínimas de la case media por bienes privados y públicos, y las mujeres son discriminadas en salarios y tienen una baja participación en la fuerza laboral y en las profesiones técnicas y científicas.

A la vez enfrentamos los retos del siglo XXI y las nuevas desigualdades: los estudios superiores no atienden la formación de suficientes personas en ingenierías, matemáticas, ciencia y tecnologías que demanda la cuarta revolución industrial; debemos generar la infraestructura y el ordenamiento necesarios para dinamizar y hacer eficiente la producción y alcanzar mayor equidad entre las diversas zonas geográficas; el envejecimiento de nuestra población exige profundos y costosos ajustes en seguridad social y salud; el calentamiento global nos obliga a la descarbonización y a adaptarnos al cambio climático; la globalización de la delincuencia demanda emplear nuevos y costosos instrumentos para asegurar la seguridad ciudadana; el progreso nos exige más investigación, innovación y eficiencia…

Las manifestaciones y huelgas de los dos últimos años ante la necesidad de hacer cambios para enfrentar el desequilibrio fiscal señalan las dificultades que debemos vencer. Lo que ocurre en otras latitudes debe ser espejo para que -recurriendo a lo mejor de nuestra tradición- solidariamente y unidos preveamos y construyamos soluciones adecuadas. No es tarea fácil.

Este nuevo año y los siguientes probablemente viviremos nuevas situaciones convulsas.

Ante tantos retos se requiere revisar nuestro contrato social. Creo que debemos hacerlo con prudencia, gradualmente, respetando lo mejor de la tradición previsora, pacífica y de unidad que ha caracterizado a la solución costarricense.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Lunes 06 Enero, 2020

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Miguel Ángel Rodríguez

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