Desafíos de un presidente
Jaime Jesús Flores Cerdas
¿Será que ya no existe forma o cura, me pregunto, para esta negra situación que se vislumbra cerca? ¿Estará ya tan sazón el tronco de este árbol, que no permita corregir sus torceduras para que crezca recto, sin quebrarlo? ¿Será que ya no existe forma de sacar del exclusivo uso del poder a todos los corruptos que llevan al país a iguales situaciones, como las que están viviendo otras naciones, que, para su desgracia, no lograron llegar donde nosotros habíamos arribado, unas poquitas décadas atrás? ¿Es que será que de verdad estos traidores, neofilibusteros de nuestros días, que son capaces de vender hasta su propia madre, lograrán salirse con la suya y convertir o hacer pasar a este país por los oscuros y violentos huracanes del odio y la maldad, que están pasando ahora decenas de pueblos incautos o inocentes que no fueron capaces de evitar la tragedia? Por siempre, con tristeza e impotencia, me vivo preguntando si estos ignorantes y angurrientos extraños alienígenas que no se llenan con nada, desde sus, aunque no lo parezca, fragilísimas torres de mezquindad inhumana, no se percatan que, excepto que tengan que acostumbrarse a vivir encerrados en sus mansiones y acorralados dominios, en derredor de perros asesinos y guardias con metralletas o que ya tengan sus parcelas bien aseguradas, construidas en algún planeta natural o artificial para escapar, de la forma a como siempre, ante el hundimiento del navío huyen las ratas; y viendo que en esta porcioncita de nave terrenal estamos juntos, respirando el mismo aire envenenado, recibiendo el mismo sol que ya calcina, movidos por los mismos terremotos y destechados por los mismos vientos huracanados, que además traen inundación; de que el tico desplazado y marginado, que todavía a duras penas medio come, por el simple y llano hecho de que, aun cuando sumido ahora en pobreza extrema, nunca ha tenido que pasar por tantísimas penurias como otros habitantes del planeta, y que, a como ahora lo tienen y lo obligan a vivir, mediante antojadizas y repugnantes imposiciones foráneas de teorías político-económicas, no aceptadas por grandes mayorías, inaplicables y desvirtualizadas a nuestra sociedad costarricense, aunque sirvan solo, bien planeadas, para hacer crecer individuales barrigas hasta el punto de estallar; nuestros serviles y cegatones gobernantes no reaccionan ante la creciente protesta popular y más bien amenazan con ignorantemente prohibirlas. ¿Será que de verdad no temen seguir guindándose tan fuerte del escuálido rabo de esta chancha a la que hipócritamente llaman patria? ¿Es que piensan que esta inmensa muchedumbre empobrecida en condición paupérrima, de otros tiempos clase baja y que ahora desbancada por la entonces clase media que de hecho ya ni existe, no se va sintiendo ya como fiera acorralada, sin salida, sin siquiera una esperanza por lejana que se mire, sin la válvula de escape que libere su presión? ¿Es que en ciego, codicioso y desbandado caminar atropellador de elitista y reducida, avara, tacaña y egoísta burguesía, no divisan que, a lo lejos, por detrás se les levantan turbulentas polvaredas, cual tsunami de inconformidad socioeconómica? ¿Es que no se han dado cuenta nuestros ególatras, nihilistas y narcisistas políticos que este pueblo no ha caído aÚn rendido, ante sus botas malolientes de maldad? ¿Es que nunca habrán oído a sus abuelos y padres referirles una historia de viles filibusteros derrotados por humildes y mansitos campesinos, de las luchas que este pueblo ya ha librado, por tener en el seno de esta Patria tan bendita un poquito de justicia, de paz y de libertad, o de esta idiosincrasia nuestra, tan genuina, admirada por el mundo? En fin, voy negándome a creer que, además de pensar solo en formas de atragantarse con cuanta cosa se encuentran a su paso, estas alienadas gentes, clase rica, codiciosa y estéril, que se turnan el poder de mi nación, son criaturas incapaces de un medio de razonar, de que por los rumbos enfermizos que llevan a nuestro país y al gran cúmulo creciente de sacrificadas mayorías populares solamente van dejando una única y terrible conocida solución a la cual echar la mano, y la cual, tarde o temprano también los cobijará, junto con sus familiares, ya sea adentro, ya sea afuera de esta pequeñita porción en esta tan amada oscilante nave en la que han convertido a nuestro amado país.
