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Opinión

Cancillería no quiere escuchar

Editorial

En la Casa Amarilla parece que, aparte de tener un gran desorden, prefieren no escuchar, pues además de la amplia cantidad de nombramientos políticos en el servicio exterior, donde el reciclaje de figuras recuerda un Consejo de Gobierno de la Administración anterior, en el servicio interno las designaciones sin fundamento con respecto a la ley se defienden a capa y espada.

Esta semana, la Cancillería lanzó un plan para buscar costarricenses en el extranjero que se conviertan en embajadores ad honorem.

Se trata del proyecto “Embajadoras y embajadores costarricenses por el desarrollo sostenible y la paz” que, según el borrador de la directriz (ya que aún no se publica en el diario oficial La Gaceta), se enmarca dentro de las prioridades de la política exterior del Gobierno del Bicentenario.

Ese plan causa polémica entre los diplomáticos, ya que en los requisitos destaca que quienes aspiren sean “de reconocido prestigio internacional y excelente comportamiento ético y moral en el ejercicio de sus labores”. 

Dicha exigencia causa preocupación a un importante grupo de cónsules generales, cónsules y jefes de oficinas generales, a quienes se les solicitó, por medio de una circular, enviar una lista con posibles candidatos.

Para los cónsules, dar fe de un “comportamiento ético y moral”, tal y como lo solicita la Cancillería, resulta prácticamente imposible.

“La relación que mantiene el Consulado con los nacionales se da dentro de los parámetros institucionales. Una amable atención mientras se les tramita su pasaporte o su cédula cada seis años o diez respectivamente, uno que otro evento que podamos organizar, etc., no es suficiente para conocer los atestados de los costarricenses que radican en este país, menos para poder dar fe de su comportamiento ético o moral. Lamentablemente, no los conocemos a profundidad como para proponer candidatos a ostentar la calificación de Embajador Ad Honorem”, comentaron.

Ese temor parece que le importó poco a Epsy Campbell, canciller y vicepresidente, quien, tal y como indicamos, dio a conocer la semana pasada dicho concurso, que incluso se compartió en las redes oficiales del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto.

La decisión de Campbell no solo se llevó entre las patas la opinión de su equipo, sino que también fue más allá; la Casa Amarilla invitó a los costarricenses a postularse ellos mismos o recomendar a algún conocido.

Para ciertos diputados de la oposición, lo anterior solo demuestra dos cosas: la poca o nula atención que brinda la Canciller a su equipo, y que no le preocupan los riesgos que pueden provocar proyectos como estos, cuando una persona externa puede hacer uso del nombre de Costa Rica como representante.

Este tema en específico sirve como el claro ejemplo de lo mal que está la Casa Amarilla, aunque no desde que doña Epsy llegó, sino desde que la Administración anterior anunció con bombos y platillos al excanciller Manuel González.

No solo se trata de la forma como hacen los concursos en contra de los propios diplomáticos y promoviendo una ventana para nombramientos políticos justificados en “inopia”, sino en la manera como abordan dichos nombramientos.

Si no que lo digan las más recientes hazañas de doña Epsy por meterle pluses salariales a una de sus asesoras sin contar con los atestados y, al no conseguirlo, tratar de modificar las interpretaciones de los oficios para meterla como embajadora en el servicio interno.

No se vale, doña Epsy, que se gesten hechos como los mencionados y que, tras de eso, usted no escuche a su propia gente, a sus cónsules, a las personas que sí nos están representando en el exterior con los conocimientos y el respeto que se requiere.

Proyectos como estos suenan hermosos, bonitos, nobles, pero cabe recordar la oportuna advertencia de una antigua expresión: “De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”.

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Martes 16 Octubre, 2018

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