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Opinión

No podemos sentirnos orgullosos de estas cifras

Editorial

A Costa Rica, ya lo designaron como el país más feliz del mundo, en otras oportunidades le reconocieron la protección al medio ambiente y algunas veces halagaron la gran cantidad de turistas que deciden venir a nuestro territorio. 

Sin embargo, hay cifras en otros ámbitos que de ninguna manera pueden hacer que nos sintamos orgullosos, como la cantidad de víctimas de agresión infantil que contabiliza en nuestro país el Hospital Nacional de Niños. 

En total, para 2016 se registraron 1.930 menores víctimas ya sea de agresiones físicas o sexuales. Sin lugar a dudas, estos números son dignos de pararle la peluca a cualquiera, pero más que eso deben concientizarnos de que, como adultos, mantenemos una deuda con la niñez costarricense. 

Resulta alarmante hacer cálculos y darse cuenta de que 5 niños por día se convierten en víctimas de estos abusos; en la sana teoría no tendría que darse ni un solo caso, porque a todos nos corresponde cuidar la integridad de los menores.

Esta es una problemática que, en lugar de disminuir, lamentablemente va en aumento, y los casos se hacen cada vez peores, en especial porque se registran muchos menores fallecidos por agresiones o que han quedado con graves secuelas. 

Lo peor es que estos hechos corren por cuenta casi siempre de quienes tienen la responsabilidad y el mando sobre los pequeños, de modo que se aprovechan de esto no solo para abusar de ellos y golpearlos, sino que además los intimidan para que se queden callados.

Recordemos que las agresiones no solo son golpes: también existen la negligencia, el abandono, el maltrato y los abusos sexuales, porque no podemos obviar los cientos de casos de menores violados por sus propios familiares y conocidos. 

Dichas cifras se revelaron en el marco del anuncio de la marcha en contra de la violencia hacia los niños y adolescentes. Sin embargo, estos números no pueden ser tema de discusión en los hogares solo por esta actividad o porque se acerca el Día del Niño, sino que debe analizarse y prevenirse estos comportamientos en el entorno familiar.

Muchas familias tienen la obligación de voltear la mirada hacia el interior y ver si sus hogares forman parte de las estadísticas, pues de ser así tienen que cambiar este panorama, así como velar por la integridad física y psicológica de los menores que habitan estas casas. 

Si los adultos se sientan a meditar dichos casos y resulta que podrían verse involucrados en este tipo de problemas, lo ideal es que busquen ayuda antes de tener que llorar la muerte de un hijo y terminar su vida recluidos en una cárcel. 

Debemos hacer un alto en el camino y actuar, no podemos quedarnos de brazos cruzados y dejar que estas cifras crezcan como la espuma, es nuestra responsabilidad hacia estos seres indefensos violentados por sus familias y personas cercanas. 

Tampoco nos hagamos de la vista gorda, tenemos que denunciar porque si no los que se queden callados son igual de culpables que quienes cometen los hechos. Si nosotros no damos el golpe, pero permitimos que les peguen; no los abusamos, pero nos hacemos los rusos cuando vemos que algo anda mal, somos también responsables de los hechos y el sufrimiento de las víctimas. 

Ojalá que las calles de nuestra capital el próximo 8 de setiembre estén a reventar, esperamos que asistan muchos ciudadanos para crear conciencia, porque lamentablemente en otros años marcharon más personas por los derechos de los animales que por los de los niños, entonces nos preguntamos en qué clase de sociedad vivimos y, peor aún, qué clase de país heredaremos a nuestros hijos. 

Tratemos de que los niños de nuestro país vivan felices, que disfruten su niñez, puedan jugar, que solo piensen en estudiar y sueñen con ser profesionales cuando sean grandes. Ojalá nadie los obligue a crecer a golpes ni mucho menos se atreva a abusar de ellos. Ocupamos menores felices para tener adultos exitosos, no podemos pasar por alto que ellos se convertirán en el futuro de Costa Rica.

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Viernes 31 Agosto, 2018

HORA: 12:00 AM

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