Perfil y retos de un presidente
Lic. Paul Woodbridge*
Antes de las elecciones pasadas, al sentir el desánimo de la gente para emitir el voto, escribí un artículo sobre lo que podríamos botar si no votáramos. Creo que esa elección fue muy importante, porque el pueblo soberano habló claro: en primer lugar, dijo que no quería más vividores de la política y de la deuda pública, tampoco que las campañas electorales se prestaran para irrespetar a las autoridades públicas ni mucho menos para injuriarlas. Claramente, el electorado dijo que no quería a los mismos partidos que lo tienen cansado de la corrupción y de las promesas falsas. A pesar de ese mensaje, los partidos electos para la segunda ronda andan buscando apoyo y votos en los partidos tradicionales, me pregunto a cambio de qué.
Costa Rica se ha dado cuenta de que la ética debe ir consustancialmente unida al ejercicio de la función pública y que al elegir a una persona como presidente no se le está dando un cheque en blanco, su función está circunscrita al marco de legalidad y el dinero que pagamos con nuestros impuestos no se debe gastar en favorecer a unos cuantos ni para fomentar la corrupción.
El próximo mandatario, si quiere que la banca estatal siga siendo un factor de desarrollo de la economía, deberá despolitizar esas instituciones, pues el criterio de que los créditos se den con una garantía correcta dejó de ser un principio de sano crédito bancario y se cambió por el espurio proceder del tráfico de influencias para saquear los bancos del Estado.
La banca estatal y la Caja Costarricense de Seguro Social, dos conquistas de este pueblo, están en peligro, ¿podrá el próximo presidente, unido a todos los demás partidos, sacarlas adelante? Si no lo hicieren, que la patria se lo demande.
Con base en el mensaje que el país emitió por medio del voto, he pensado en cuáles serían las cualidades o destrezas del próximo mandatario: Debe ser una persona ecuánime, conciliadora, segura de sí mismo y del rumbo que quiere que siga el país, debe saber cuáles son sus limitaciones y por ende conocer de quiénes se debe rodear y realizar un trabajo en equipo. Debe tener la humildad de pedir consejos a economistas dándose cuenta del crucial momento en que vivimos, por último, y no menos importante, debe tener inteligencia emocional y saber al priorizar los problemas del país, darse cuenta de quiénes lo podrían ayudar a resolverlos, cuáles fracciones lo apoyarían y formar alianzas sin que ello signifique transigir en los postulados de su Gobierno ni engañar al pueblo.
El presidente que vamos a elegir no se debe limitar a apagar incendios o rellenar huecos, pues de esa clase de políticos el pueblo está harto. Es importante distinguir los principios básicos de nuestro sistema de gobierno, ¿vivimos realmente una democracia? ¿Es nuestro gobierno un gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo? ¿Se cumple con el principio de igualdad? ¿Con el de solidaridad? Estas no son simples preguntas, sino que deben constituir el núcleo de pensamiento de nuestros próximos gobernantes. Todos estos principios no están ya cumplidos, en realidad hay que luchar por ellos todos los días, si no lo hacemos, dejamos de ser una democracia.
Mientras en este país haya un solo niño con hambre, no hay democracia. En un país donde no se dé igualdad de género tampoco. Lo mismo podemos decir en un país donde exista desigualdad ante las cargas públicas. Si a los niños no se les educa para conseguir un trabajo digno, estamos viviendo una democracia formal o de papel e incumpliendo un deber con las futuras generaciones.
Cuando se promulgó la Constitución del 49, no había en el país tantos emigrantes. Hoy tenemos más de un millón de nicaragüenses y, a pesar de que los extranjeros y los nacionales tenemos los mismos derechos en teoría, en la práctica a muchos nicaragüenses no se les pagan horas extras ni aguinaldo, valiéndose de que ellos desconocen sus derechos. Con la legislación procesal laboral, los dos turnos que, contrariamente al Código de Trabajo, se hacía trabajar a los guardas, que en su gran mayoría son nicaragüenses, se logra dar un paso hacia la ansiada igualdad, ya que ahora deben trabajar tres turnos de ocho horas. El próximo gobernante deberá luchar para que los patrones no evadan sus cargas patronales. Las leyes laborales fueron una gran conquista, pero hay que examinar cuáles son hoy las necesidades de la clase trabajadora y debe existir en nacionales y extranjeros el sentimiento que son varias las instituciones del Estado que existen para hacer valederos sus derechos.
Se dice que una persona no puede hablar sobre un tema que no conozca, pero creo que puedo hacerlo con conocimiento de causa, porque hace muchos años conozco el problema de los guardas de condominios y de los misceláneos, también, como me manejo en taxi, estoy al tanto el problema de los taxis rojos frente a la plataforma de Uber. Conversando con taxistas, me preguntan por qué si Uber fue declarado ilegal no han cerrado esa plataforma, por qué no tienen representante legal y oficinas abiertas, Uber es un servicio público y debe exigírseles las mismas obligaciones que tienen los taxistas rojos: deben tributar, hacer las mismas revisiones que los taxistas regulares, tener pólizas que protejan a los usuarios, cumplir con las dos revisiones anuales de Riteve, etc.
Mientras haya desigualdad entre trabajadores nacionales o extranjeros, mientras los servicios públicos no se brinden en igualdad de condiciones, no se dará la igualdad que establece la Constitución y no podremos hablar de que vivimos en una democracia.
Mientras estoy escribiendo, pienso en lo duro que debe ser gobernar y en los pocos medios que tenemos los gobernados para exigir que los políticos tengan sus esfuerzos puestos en el bien común o, como se decía antes, en la salud de la República.
