Río de Janeiro. – Elza Díaz es una tica que camina entre los atletas que participan en los Juegos Olímpicos. La vecina de San José es voluntaria en la Villa Olímpica, lugar prohibido en el que habitan los deportistas.
Para ella es lo más normal ir en el ascensor y toparse con el tenista Rafael Nadal, o caminar y ver al jamaiquino Usain Bolt, o estar en el comedor y pasar junto al nadador Michael Phelps, por ejemplo.
De hecho, aprovecha que transita entre tantos atletas para tomarse fotos y dejar plasmada en imágenes la experiencia que está teniendo de vivir las justas desde adentro.
Díaz trabaja en una agencia de turismo, por lo que a la hora de ser escogida por el Comité Organizador Local la ubicaron como guía de la delegación de Malawi.
Parte de sus funciones es asistir a la delegación en lo que requieran, como ayudarlos a hospedarse en la Villa, planificar los entrenamientos, entre otras peticiones.
“Estoy como asistente de la delegación de Malawi, de África. Me toca asistirles en lo que necesiten. También cuando se instalaron en Río. Y que tengan todas las comodidades para que estén a gusto”, dijo la costarricense a DIARIO EXTRA.
Tiene libertad de andar por todos los rincones de la Villa, es ahí donde se confunde entre el mar de atletas hospedados en la “ciudad deportiva”.
“Adentro hay tantos atletas que a muchos ni los conozco, tenemos libertades de andar por todo lado al tener la asistencia de las delegaciones, así que tenemos acceso a cualquier lugar”, afirmó.
Al inicio las restricciones de no sacarse fotos con los deportistas para no molestarlos eran más estrictas, pero ahora la tensión bajó un poco y Elza no pierde el tiempo de llenar su cámara de imágenes. “Al principio no se podía ni subir fotos a las redes sociales, las restricciones eran muchas”, cuenta la tica, quien integra el selecto grupo de 1700 voluntarios que están en la Villa Olímpica.
DOS AÑOS DE PROCESO
Elza aplicó para ser voluntaria después del mundial de Brasil 2014, desde entonces fue un proceso de pasar entrevistas y cursos en línea hasta que, en enero de este año, le llegó la carta de confirmación de que fue aceptada.
Pero siempre tuvo la fe de vivir la experiencia, así que fue llenando el chancho para que en caso de ser escogida no la agarraran con las manos en la cabeza.
“Desde que me inscribí estaba con el anhelo de venir, porque no sabíamos si seríamos escogidos, aplicaron más de 200 mil personas alrededor de todo el mundo”.
Su horario depende de lo que disponga la delegación de Malawi, y mientras esté en horas laborales tiene derecho a la alimentación y trasporte. De su bolsillo tuvo que sacar el boleto aéreo y el hospedaje.
“El horario es medio loco, porque depende de lo que necesite la delegación. A veces me toca estar muy temprano porque depende del movimiento que se dé. Somos tres, estoy junto a dos brasileños, y nos repartimos el horario”.
Mientras tanto, Elza Díaz seguirá caminando entre los mejores deportistas del mundo y viviendo la experiencia de la Olimpiada.
