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Opinión

Escenario de oportunidad para un pacto social de convivencia

Jennifer Ureña Villanueva*

Mucho se dice sobre el conflicto que existe en Buenos Aires de Puntarenas en razón de las disputas por la tierra, dentro de territorios indígenas. Conflicto que efectivamente existe pero que no surge en la actualidad ni es producto de hechos recientes de violencia, sino que data de más de 40 años, es decir, no se trata de un conflicto que nace con la determinación formal de los territorios indígenas a partir de una ley nacional, sino que es mucho más antiguo y se relaciona no solo con asuntos territoriales sino que también intervienen aspectos sociales, religiosos, culturales y económicos.

La solución no es sencilla, ni está en la aplicación llana de leyes que en algunos casos parecen contradecirse entre sí y que pueden ser interpretadas a conveniencia por uno u otro. Porque si esta situación es compleja, así de seria y cuidadosa debe ser la propuesta o propuestas de solución. Incorporando criterios sociales, legales y sobre todo bajo un enfoque de derechos humanos y resolución de conflictos.

Es importante recordar que cuanto más tiempo tiene una discusión de estar cultivándose, mucho más arraigadas y fuertes son las reacciones de las partes involucradas y el ser humano por naturaleza actúa ante situaciones que percibe como de peligro a sí mismo y a sus familias, por lo que el uso de la fuerza, la imposición o la aplicación de “soluciones” generadas desde afuera por personas que no han vivido con esa situación ni conocen los matices del asunto resulta en un desacierto, que más bien puede alentar la resistencia y generar más caos y enfrenamientos.

El reconocimiento de los derechos de un sector de la población no puede dejar en desventaja a otro que es igualmente vulnerable. Y si bien es cierto la ley se debe respetar, también es cierto que su espíritu está en normar la sana convivencia entre seres los humanos, con el entorno y con otros seres vivos, por lo que no está de más cuestionarnos hasta dónde la aplicación de una ley, sin dar espacio al tratamiento social del conflicto, en lugar de solucionar un problema lo hace aún más grave.

Lo cierto es que el tema es un abanico de situaciones, en algunos casos la aplicación de la ley en complemento con planes sociales de compensación puede ser la alternativa de solución más efectiva para un sector de la población que no se reconoce como indígena y cuya mayor preocupación está en no perder el fruto de su esfuerzo de muchos años, en el que ha invertido sus esperanzas e incluso el patrimonio familiar de varias generaciones. Ese grupo de ciudadanos y ciudadanas está interesado en lograr una compensación que les permita no perder ese esfuerzo y asegurar su estabilidad familiar, con ello se darían por satisfechos para salir de la escena del conflicto y reformularse sus modos de vida en otro espacio, aportando así a la sana convivencia de la sociedad bonaerense.

También hay otros matices, donde la línea se vuelve más tenue. Están por ejemplo aquellas personas que tienen sus raíces en la sociedad indígena; esta población se mira al espejo y ve en el reflejo su origen y modo de vida, el cual está cimentado en la cultura originaria de este país. Son personas y grupos de familias cuyas costumbres y creencias están arraigadas en la cultura y la identidad indígena, por sus venas corre sangre indígena porque sus ancestros también fueron indígenas y por eso orgullosamente se aferran a su modo de vida y no están dispuestas a renunciar a este origen, a pesar de lo que otros puedan decirles.

Ahora bien, puede que no cumplan con lo estipulado por una etnia indígena específica para poder decirse perteneciente a ese grupo en particular, pero como seres humanos y descendientes indígenas que son también deben ser considerados dentro del abanico de soluciones, de manera respetuosa y en consideración de su vulnerabilidad y dignidad humana.

En este mismo análisis debe entenderse con respeto al sector de la población que tiene una serie de reglas y estamentos que históricamente les han permitido como sociedad indígena mantener su cultura, ese sector de la población además de reconocerse como tal tiene impregnado en su ser individual y colectivo las reglas establecidas en su patrimonio histórico cultural, en el cual se fundamenta la existencia de la creación, por lo que sus criterios también deben ser considerados en la construcción de soluciones.

Puede haber aún más matices, esos son solo algunos, la realidad es que la situación social del cantón y las manifestaciones puntuales del conflicto parecen apuntar a que haya un escenario de diálogo y conciliación, en el que se pueda dar espacio para la existencia de un nuevo pacto social de convivencia, que permita a todos vivir y coexistir en paz, respetando las diferencias y sobre todo fortaleciendo aquello que se tiene en común.

Tengamos presente que en otros momentos de la historia quienes luchan por los derechos humanos, con la ayuda de las sociedades y los gobiernos, han impulsado las luchas para eliminar todas aquellas prácticas y estrategias que algunos, con intereses particulares y ansias de poder, han empleado para generar disgregación, apoderarse de los recursos y dominar al grupo que está en indefensión.

No en vano internacionalmente se trabaja para erradicar creencias y prácticas muy arraigadas en sociedades que en obediencia a ciertas reglas religiosas, económicas y sociales, exacerbadas curiosamente por grupos más pequeños que concentran el poder, obligan a la población dominada a cumplir con ritos que a todas luces violentan los derechos y la dignidad humana.

Si bien en toda sociedad existen normas y jerarquías que permiten mantener el orden y la convivencia entre los seres humanos, nunca una regla de estas debe ir en contra de la dignidad humana y de los derechos básicos de la población, individuales o colectivos, independientemente de que esas reglas sociales hayan sido inspiradas por una fuerza superior creadora o tengan su raíz en siglos de práctica colectiva.

Aunque la magnitud y nivel de violencia ha sido muchísimo mayor y en otros contextos, sirve de ejemplo tener presentes algunos casos en la historia de la humanidad donde se lleva al extremo la falta de tolerancia, de respeto por el otro y de conciliación de diferencias, como ha sido la práctica de la segregación étnica en naciones de África que ha desencadenado genocidios, la práctica de cercenar órganos reproductivos a las mujeres en estados islámicos o el Holocausto judío perpetrado por los nazis, entre muchos otros casos.

Volviendo a nuestro contexto, en Buenos Aires de Puntarenas este conflicto interétnico deja claramente abierto el escenario para que las autoridades políticas se involucren. Es una oportunidad para que todas las partes afectadas tengan su espacio de participación, hagan sus aportes a la construcción de soluciones, bajo un enfoque de tolerancia, respeto a los derechos del otro y diálogo, con el objetivo de alcanzar una duradera y adecuada convivencia en la sociedad multiétnica bonaerense.

 

*Comunicadora social con especialidad en Derechos Humanos

 

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Viernes 24 Junio, 2016

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