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Opinión

El origen del discrimen

Marilyn Batista Márquez

Según algunas teorías antropológicas, la subordinación de la mujer basa su origen en la “diferenciación”, que incorpora la connotación negativa a determinado grupo, para desvalorizarlo ante el otro de dominio o “superior”. El grupo de dominio crea y sostiene la necesidad de reafirmación de la características presuntamente superiores, mantenimiento los prejuicios y moldeándolos dentro de un conjunto de pautas de comportamiento aprendidas.

Este dominio histórico del hombre sobre la mujer conocido como el patriarcado - “gobierno de los padres”-, es definido como la organización social dominante en el mundo, en que la autoridad la ejerce el varón jefe de familia, quien a su vez es el dueño del patrimonio, del que forman parte hijos, esposa y bienes.  

Los tres factores básicos que han propiciado y perpetuado la supremacía del hombre sobre la mujer, son la línea de descendencia, seguida del derecho de primogenitura y reforzado finamente por la división del trabajo.

En el primer factor, las relaciones genéticas son trazadas por la propia línea de sangre y los parentescos son los que se crean a partir de la llamada descendencia unilineal. Esta descendencia unilineal es de dos tipos: patrilineal y matrilineal. 

Mediante la descendencia patrilineal, todos los hijos e hijas de la unión matrimonial son miembros del grupo del padre, pero en la siguiente generación sólo los hijos de los varones podrán transmitir esta pertenencia, y no así las hijas, puesto que en el principio de la filiación patrilineal se haya implícita la idea de que la misma únicamente se transmita por vía de los varones.

El segundo factor es el concepto de primogenitura, que designa una anterioridad de nacimiento y los derechos que de ella se derivan, en particular en materia de sucesión, el cual se remonta al contexto bíblico, cuando se habla de primogenitura, refiriéndose a que el primer nacido varón, tiene preeminencia y autoridad sobre aquellos que vienen en la familia, después de él. En el sistema feudal, durante la Edad Media, se convierte en norma, de manera que el hijo mayor (o primogénito) heredaba la totalidad de las tierras, a fin de evitar una división del dominio, que pudiera conllevar un debilitamiento de poder de la línea.

Prácticamente todos los ordenamientos jurídicos antes de las revoluciones del siglo XIX, reservaban un mayor papel al primogénito de cara a la sucesión de su padre. La línea de descendencia y los derechos de primogenitura incidieron en que en la estructura social se diera el proceso de la división de las tareas productivas (trabajo) y reproductivas (cuidado) de la sociedad, lo cual se denominó “división sexual del trabajo“. Esta división determina cómo los roles se distribuyen en la sociedad: las mujeres estarían a cargo de la reproducción social y el cuidado del hogar y los hombres de las tareas productivas.

Estos tres factores creados por los varones, afirman que el ser humano es producto de múltiples relaciones sociales, por ende, la identidad es aprendida y transmitida en diferentes temporalidades y espacios, determinados por una unidad y la interacción de normas y símbolos.

El único lado positivo de la teoría de inferioridad de la mujer frente al hombre, es que todos los factores que han generado códigos sexuales discriminatorios pueden reconfigurarse y eliminarse, para construir procesos inclusivos y sucesivos de socialización, con marcadores sociales que formen una conciencia modulada objetiva y libre de prejuicios de género.

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Jueves 23 Junio, 2016

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