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Opinión

Más que restricción y cambio de horarios

Editorial

Las presas vehiculares en la Gran Área Metropolitana (GAM) no son nuevas, han sido años de lidiar con ese problema, el cual se torna cada día más grave por múltiples razones. 

El Presidente de la República se dejó decir hace unas semanas que iban a hacer un estudio para identificar los factores que propician esta complicada situación. 

La recomendación dejó a la ciudadanía un poco aturdida pues no se requieren tres dedos de frente, como dicen popularmente, para saber que el caos vial en este pequeño país obedece a la pésima planificación, la pobre infraestructura vial y la ineficiencia de las entidades de Estado que rigen la materia. 

No dudamos que existan factores externos que podrían acentuar la crisis, pero señores, cómo es que vienen ahora con inventos; perdón reinventos, sacados de la manga para calmar las críticas de los últimos meses. 

Pensar en un día más de restricción vehicular es una verdadera locura, pues si hoy ni el 14% de los conductores logra acoplarse a la medida que ya tienen sus años, entonces parece ineficaz. 

Cierto, no hay oficiales que puedan ahora vigilar esos aspectos, pues deben ayudar a regular el tránsito, atender los accidentes y demás labores que son muchas en medio de un país tan complejo en materia vial. 

La restricción más que una medida de orden ha pasado a ser un suplicio, casi un castigo, pues el transporte público deja mucho que desear en algunas comunidades, lo que incentiva a una buena parte de conductores a correr el riesgo de salir con la placa restricta. 

Hay que ser sinceros, existen empresas de buses que se para el sol a verlas, desde unidades en malas condiciones con tarifas desproporcionadas, hasta pocos buses con carreras de tiempos extendidos, dignos volver loco a cualquiera. 

Y ni qué decir del tiempo de lluvias, uno entiende a la gente que asegura irse cocinando en un bus, casi que literalmente, pues cierran puertas y ventanas, pero no hay aire para respirar. Entonces aquello es como un viaje al centro de la tierra, tarda horas, los pasajeros van amontonados y para colmos, o el chofer no escucha la parada o el timbre está descompuesto. 

Entonces, hay quienes prefieren asumir el costo de una infracción que sumarle minutos y desmotivación al viaje que ya de por sí es largo. 

Para nadie es un secreto que se renovaron concesiones de buses de forma cuestionada el año anterior y que algunas empresas hacen poca gala al servicio que prestan, por el contrario, casi que hacen sentir al usuario que le están haciendo un favor. 

El día que haya más buses y se acabe la disputa entre taxistas, Uber, porteadores y piratas, para centrarse en el interés supremo de los ciudadanos, ese día podría cambiar la cosa. Aunado a una evolución en medios de transporte, porque a decir verdad, el atraso en la materia es mucho. No hay tranvía, no hay metro, no hay subway, no hay trolebús, no hay nada; todo mundo opina y paga estudios, pero no hay proyectos concretos, tangibles, que den resultados. 

El asunto de los horarios parece una opción un tanto pobre, si se toma en cuenta que solo anunciaron variantes en el MOPT, pero, ¿qué pasa con el resto de las entidades de gobierno?

Un par de trabajadores corriendo la entrada media hora justo cuando están todos los estudiantes en las calles, no parece muy viable. Tampoco media hora después, cuando todos están pegados en las mismas presas y comiendo uñas. 

La modificación de los horarios de las instituciones no debería quedar en manos solamente del jerarca de turno, pues es un tema país y requiere de acciones integrales, lo acertado es dar tiempo prudencial entre los grupos. 

Es decir, unos a las 7, otros a las 8 y luego a las 9, tal vez ese tiempo ayude a disipar las presas en algún grado, pues sería risible pensar que vamos con vía directa a nuestro destino. 

Si el problema es la hora de salida y eso genera reclamos, parece más razonable hacer el cambio que consumir dos o tres horas atascados en medio de las presas. Eso genera pérdidas de vida para decirlo de alguna forma, pues hay menos espacio para la familia, para comer, dormir,  descansar o entretenerse, 

Otro factor que requiere ser analizado, pero con ojo clínico es la planificación vial. Hay que sacar a los cientos de buses del casco de la ciudad, desahogar el centro, promover terminales generales donde todos y con más seguridad podamos abordar las unidades de transporte colectivo. 

Basta con venir al centro de San José, lo mismo ocurre en Heredia y Alajuela. Hay filas de buses y taxis entrabando el paso. Se aparcan en media calle, hacen maniobras temerarias entre las personas y para colmo, nunca hay oficiales de tránsito regulándolos o al menos supervisándolos. Pero eso ocurre por el desorden que impera. 

Otro aspecto es que los ingenieros o encargados parece que nunca se han montado en un bus pues colocan las paradas en los sitios más insospechados. Además diseñan tres vías hacia un mismo punto de la capital y solo uno en el sentido contrario, aquello es como una ratonera. 

Si se tratara de hacer una lista de desaciertos, no acabaríamos, por eso es necesario proceder con lo urgente, no continuar diagnosticando lo que en Costa Rica ha estado diagnosticando de por vida. 

Acá hay que poner el huevo y ojalá pronto, porque el país pierde desarrollo por tal desorden vial.

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Jueves 16 Junio, 2016

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