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Opinión

Trabajo para los privados de libertad

Gloria Bejarano Almada

La idea de dar trabajo a los privados de libertad mientras cumplen su condena no es del todo novedosa, pero sí la forma como se han puesto en marcha diversos programas. En Costa Rica desde 1874, cuando se estableció el penal de San Lucas, los internos estaban supuestos a trabajar en una colonia agrícola, que fracasó por falta de planeamiento adecuado.

En aquel entonces las autoridades hablaban de la necesidad de rehabilitar y reinsertar en la sociedad a quien delinquía a través del trabajo y se pusieron en marcha programas como la construcción de infraestructura a cargo del Estado, la Antigua Penitenciaría Central es un ejemplo de ello.

Ya en la Peni había talleres de zapatería, ebanistería y una panadería que abastecía las necesidades internas. Talleres de carpintería para la elaboración de pupitres y la fábrica para elaborar las placas de los automóviles son programas que funcionan pero insuficientes para mantener ocupada a la población penitenciaria que vive en el hacinamiento y el ocio.

Hace unos años propuse se estudiara un programa sumamente rentable que además era un tratamiento para las internas en Washington Prison for Women. El programa, creado por Sor Pauline Quinn, consiste en capacitar a las internas para el entrenamiento de canes para invidentes y se ha replicado con éxito en diversos centros penales en los Estados Unidos. La respuesta fue el escepticismo, el temor, poco interés y los consabidos “peros” que impiden explorar nuevas ideas.

Los internos están, en su gran mayoría, inmersos en una escuela de crimen en que su supervivencia es lo único que realmente tiene valor. Tarde o temprano cumplen su pena y sin haber sido rehabilitados adecuadamente, sin trabajo y por lo general sin apoyo familiar, es difícil que no vuelvan a reincidir.

Ofrecer trabajo remunerado a los internos es una necesidad para ellos y para sus familias; aprender un oficio puede ser la diferencia entre volver a delinquir y enrumbar una vida. Es necesario propiciar las condiciones para que al salir de prisión puedan obtener trabajo digno y con futuro.

En 1993 los internos de mínima seguridad contribuyeron con su trabajo haciendo labor de limpieza en las ruinas de la Antigua Penitenciaría y gracias al apoyo de instancias gubernamentales como el Ministerio de Trabajo se les pudo ofrecer una remuneración. Recuerdo la satisfacción que dijeron sentir de estar aportando a un proyecto que apenas nacía, la felicidad cuando recibieron un salario básico y la tristeza cuando se les dijo que ya había terminado su labor. Parece mentira pero esas pocas horas fuera del penal les hizo recordar a muchos el valor de la libertad.

Hoy en día labores como la limpieza de los ríos en épocas de lluvia para evitar inundaciones son oportunidades para que algunos internos puedan, con su trabajo, pagar su deuda con la sociedad.

Comparto, sin embargo, el temor ante los hechos que hemos vivido y exigimos mayor rigurosidad al momento de estudiar a quienes se les puede ofrecer el beneficio de laborar fuera del penal, pues está de por medio la vida de personas inocentes, la credibilidad del sistema y la oportunidad de unos de reinsertarse en la sociedad.

Las autoridades cuentan con todas las herramientas para determinar quiénes pueden ser sujetos de esta gracia, esperamos hagan buen uso de ellas.

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Sábado 11 Junio, 2016

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