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Opinión

Ayer batimos barro para votar y hoy para ser elegidas

Alejandra Mora Mora*

“A La Fortuna llegaban las mujeres vistiendo traje de hombre, porque venían desde Pueblo Nuevo, un grupo de chozas que está a cuatro horas a caballo desde ese lugar. Muchas cargaban a sus pequeños porque no podían dejarlos en casa. Saltaron todas esas dificultades, para concurrir a emitir el voto”.

 

Así describió, un 2 de agosto de 1950, el Diario de Costa Rica, el primer voto de las mujeres en la historia costarricense. Estas humildes y valientes campesinas dejaron sus casas y recorriendo horas entre barriales, con hijas e hijos a cuestas para ejercer el voto. Ellas hicieron a un lado sus fogones, sus parcelas, sus hogares, pero también, mitos, estereotipos y mandatos que definían que el espacio de lo público y lo político no era para las mujeres.

 

Hago estas reflexiones porque el 30 de julio se cumplieron 65 años desde la primera vez que las mujeres ejercimos el voto en Costa Rica, sin embargo, 65 años después, seguimos luchando y batiendo barro contra un doble discurso que indica que las mujeres tenemos derechos pero que pone límites a nuestra participación efectiva, real y concreta en los espacios donde se toman las decisiones, especialmente en aquellos donde se ejerce mayor poder. 

 

Recientemente dimos a conocer el Segundo Estado de los Derechos Humanos de las Mujeres, una investigación que reveló que el 62,3% de la población encuestada está convencida de que sí existe discriminación hacia las mujeres en la política y que los partidos políticos son instituciones machistas y que discriminan a las mujeres.

 

Los datos confirman lo difícil que sigue siendo para las mujeres el acceso a los puestos de decisión. A pesar de las Reformas al Código Electoral de 2009 donde se incluyó el principio de paridad y el mecanismo de alternancia, es evidente que si no hay voluntad de la sociedad en su conjunto, pero especialmente de los partidos políticos, nunca se hará efectivo nuestro derecho a la participación política en los puestos de elección popular, especialmente aquellos de mayor poder.

 

Los obstáculos para disfrutar de nuestro derecho a encabezar el 50% de las candidaturas y contar con un país donde el 50% de las alcaldías sean lideradas por mujeres son múltiples: pocos o nulos recursos económicos para las campañas y la participación; la violencia y acoso político, la ubicación en las nóminas; las responsabilidades en el ámbito privado y la falta de corresponsabilidad en el cuido. 

 

Para enfrentar esta política patriarcal y excluyente, las mujeres necesitamos unirnos desde los distintos frentes, desde nuestras diversidades. Salirnos de los mandatos que nos dividen, nos ponen a competir y construir otras formas de relación, en la que promovamos un pacto entre nosotras, un pacto social, un pacto con nuevas formas de interrelacionarnos a nivel social que permita transformar esta cultura machista.

 

Las decisiones que se tomen en estos momentos nos pueden dirigir hacia la ampliación de los derechos humanos y especialmente políticos de las mujeres con una mayor participación y elección; dirección que al final, lleva al fortalecimiento de nuestro país como una sociedad democrática e inclusiva, donde la paridad es un pilar fundamental de nuestra democracia.

 

*Ministra de la Condición de la Mujer

 

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Miércoles 05 Agosto, 2015

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