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Opinión

Criminalización del aborto y defensa del no-nato: caza de brujas del siglo XXI

El 2015 será el año en el que Chile, al parecer iniciará un proceso democrático para dar forma a una nueva Carta Magna, luego de 35 años de regirse, por una Constitución producida en un Régimen de Dictadura de Seguridad Nacional. Un texto ideado por un grupo de abogados y políticos de derecha que sesionó de espaldas al pueblo chileno y sin su consentimiento de 1973 a 1978, y formuló el anteproyecto que la Junta Militar refrendaría con pequeños cambios, y sería conocida como Constitución de 1980. Hoy más de 11 mil páginas que constituyeron el anteproyecto, se encuentran en investigación y revisión, por estudiantes, y la comunidad académica de la Universidad de Chile, quienes planean intervenir las calles de Chile con obras que den cuenta y fortalezcan la memoria histórica de ese siniestro episodio.

 

Es 2015 también el año, en que la presidenta socialista Michael Bachelet, envía un proyecto de Ley al Parlamento chileno sobre despenalización del aborto en 3 casuales: violencia sexual, inviabilidad fetal extrauterina y riesgo de vida de la mujer. Y justamente, en el proceso de revisión e investigación de ese anteproyecto de Constitución redactado por la derecha golpista y neoliberal que gobernó ilegítimamente Chile, se encontró una discusión acerca del aborto terapéutico- legal antes del Golpe de Estado a Salvador Allende-, en la cual se abogaba por la prohibición a nivel constitucional del aborto, la redacción a cargo del asesor jurídico del dictador Augusto Pinochet, Jaime Guzmán, señalaba que: “La madre debe tener el hijo aunque este salga anormal y no sirva, aunque no lo haya deseado, aunque sea producto de violación o, aunque de tenerlo derive su muerte, menos si son comunistas”. Si bien la idea llegó a la fase final, no se consagró en la Constitución. Sino: “la ley protege la vida del que está por nacer”.

 

En los albores del 8 de marzo -Día Internacional de las Mujeres-caminaba por los alrededores de la Universidad de Costa Rica, pasé por un costado de una Iglesia, de pronto mi mirada dio con una manta enorme, imagen de mujer en estado de embarazo avanzado, y lema “Ninguna persona derecho para otra. Semana de Reflexión por la Vida: En contra de la FIV y el aborto”. Mi indignación enorme. 

 

No porque la violencia de los aparatos clericales y la pretensión de sus verdades reveladas impuestas a las personas-no cigotos, fetos o mórulas-, me sea ajena, pero sí porque la visión “ética pro-vida” que sublima una posibilidad de vida a través de la tortura y muerte de mujeres, que acompaña al catolicismo de corte clerical e idolátrico y a grupos conservadores acá, sea tan idéntica a la dictadorial chilena, de hace tantas décadas. 

 

La desposesión institucionalizada que viven las mujeres hoy, y la criminalización del aborto, desde la perspectiva del cuerpo como territorio, tiene que ver precisamente con la expropiación, con el despojo del poder erótico, político y económico, y la reducción de estas a fábricas de reproducción de la fuerza de trabajo, a úteros del Estado-nación. Estos procesos son conexos, es decir, comparten una genealogía común que se remonta a la época medieval, en particular a la matanza sistemática de mujeres, mediante lo que se denominó “La Caza de Brujas”, dos siglos de ejecuciones y torturas que condenaron a miles de mujeres que decidían por sí mismas y usaban su ciencia para construirse y hacer comunidad, a una muerte atroz, a estas mujeres denominadas brujas y quemadas, las acusaban de matar niños, cuando posiblemente encubrían realización de abortos voluntarios y contracepción, esos crímenes dan luz a la división sexual del trabajo, y sirvieron como base sobre la cual se asentó el capitalismo, argumentan Silvia Federici, en su libro, Calibán y la bruja. Mujeres, el cuerpo y acumulación originaria (2004), y Paul B. Preciado, en su libro, Testo Yonqui (2008). 

 

No es casual que en la reciente discusión en España, sobre reforma en términos regresivos, a la ley del aborto, el Gobierno español del derechista y conservador Mariano Rajoy, planteaba que esta tendría un efecto positivo en la economía, debido al incremento de la natalidad, es decir el homo economicus como sujeto político apoyado en fetos y desplazando a mujeres reducidas a medios de producción, terreno fértil, que en caso de resistirse serían aleccionadas. 

 

Entonces detrás de la gestión gubernamental y económica, hay una política sexual, en el medioevo, Chile pinochetista y en la Costa Rica de hoy, la cuestión del aborto desvela explícito, el proceso de expropiación política y económica de siglos, y el modo en que la república masculina, regula el cuerpo de las mujeres; describe la relación entre los sexos-heterosexual y reproductiva- define ciudadanía. La maternidad se convierte no en opción, sino en destino, reproduce una sociedad desigual, que niega a las mujeres los dos pilares de la modernidad: igualdad y autonomía. 

 

La maternidad, experiencia que puede ser liberadora y gozosa, termina configurándose, en una sociedad sexista, clasista y esencialista, en método explícito de esclavización, técnica de control y despojo, con sanciones sociales, económicas y psicológicas brutales para quien la vive, y también, para quien plantee alternativas al discurso pro maternal de corte mariano, sacrificial y totalitario. Como decía Simone de Beavouir, el truco pasa por hacer creer que la maternidad es deseo y mandato ligado al cuerpo de la mujer, en sentido estricto, no es obligación dar a luz, pero la vida entera de las mujeres debe ser condicionada y encerrada en situaciones donde la maternidad sea la única salida para ellas. 

 

La segunda consecuencia de esa expropiación, y que se denota en la regulación en contra del aborto, es que implica siempre la separación del feto de su “incubadora”. 

 

Mágicamente, en esta separación el feto se convierte en el sujeto político (jurídicamente, de persona) y las mujeres pierden derechos y autonomía. Esta posición reduce a las mujeres a vasijas vacías a la espera de ser colmadas, tal vez bendecidas, por la “vida” que deben contener. El cuerpo de la mujer pasa a ser una cosa al servicio de algo que no existe y del dominio masculino, donde es este y sus ficciones jurídicas -Estado, Policía, Iglesia o Mercado- quienes se erigen como Cancerberos de la reproducción y profetas llenos de miedo al libertinaje sexual. 

 

El pánico moral en torno a la sexualidad, y en particular, en torno al poder erótico y autonomía de las mujeres, como argumenta Roger Lancaster, en su libro “Sex Panic and the Punitive State” (2011), instala una cultura de miedo, que lleva a la caza de brujas del siglo XXI, a una mujer pobre que quiere abortar, que comete lo que está tipificado como infracción sexual, lo que le espera, en caso de denuncia es encarcelamiento, ser tildada de homicida, y penalización socio-cultural, humillación pública y privada, reducida a paria social, a ser leprosa, señalada y fustigada en su entorno familiar, en su trabajo o comunidad, que en caso de redimirse debe mostrar su lepra para alejar a otras, aunque tenga un costo sobre su salud mental y emocional.

 

La persecución del aborto, fue hace siglos, y sigue siendo hoy una guerra contra las mujeres, que provoca la muerte no de fetos, cigotos y mórulas, sino de personas con seres amados, sueños y metas todos constreñidos por una guerra santa perpetrada por fundamentalistas 

 

 

*Punto Focal Centroamericano Global Youth Coliation on HIV/AIDS

PERIODISTA: Edvan Córdova Vega

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Miércoles 25 Marzo, 2015

HORA: 12:00 AM

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