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Opinión

Editorial

Ayer el país se despertó para conocer el horror de un nuevo femicidio, el primero del año. Una mujer perdió la vida a manos de su pareja después de que este le enterrara un cuchillo en el pecho tras vapulearla con un garrote, todo frente a sus hijos.


El hecho, además de sangriento, es preocupante porque al parecer el hombre, como muchos otros, contaba con una orden de restricción, lo que nos hace cuestionarnos la validez y la protección que estos documentos le brindan a una mujer ante los puños, las balas y los puñales que su pareja puede alzar contra ella.


¿Cuántas han fallecido pese a estar resguardadas por este tipo de garantías? ¿Cuántas más faltarán para que empecemos realmente a hacer algo por ellas? Tan solo en el 2012, según los datos oficiales del Instituto Nacional de las Mujeres (Inamu), 18 féminas murieron a causa de la violencia de género, mientras que en el 2011 un total de 40 fallecieron por la misma causa.


Detrás de cada una de estas cifras hay personas cuyas historias de agresión y machismo deberían ayudarnos a abrir los ojos. Si a usted lo escandalizan estos datos, es mejor que comience a hacer un examen de conciencia porque, contrario a lo que muchos pueden pensar, la responsabilidad no es solo de las autoridades ni del gobierno.


La violencia contra las mujeres no comienza con ojos morados y puñaladas en el pecho, germina lentamente en forma de descalificaciones, chistes aparentemente inofensivos, salarios bajos basados en el género y horas de lágrimas silenciosas.


¿Cómo es posible que aún en el 2014 enseñemos a las mujeres a protegerse de las agresiones y las violaciones y no a los hombres a no agredir y no violar? ¿Cuántas mujeres más deberán morir para que comprendamos de una vez por todas que el machismo no es aceptable en ninguna de sus formas?


Si queremos que nuestra sociedad sea más inclusiva y de paso más competitiva en todos los ámbitos debemos comenzar por cambiar los roles en nuestros hogares, desterrar los prejuicios mentales y por sobre todo priorizar la educación con amor y respeto para ambos sexos.


La violencia contra las mujeres también es violencia contra los hombres, pues cuántos hijos no han quedado huérfanos o dañados emocionalmente a causa de esta.


El machismo, además de lastimar a las mujeres, ha reprimido durante siglos a los hombres, quienes han debido construir y proteger su género con una fachada dura de emociones contenidas y agresiones exigidas.


¿No es tiempo ya de olvidarnos de estos arquetipos dañinos? Debemos analizar qué nos está impidiendo edificar un país más inclusivo con hombres y mujeres felices, realizados e iguales, e impedir que los femicidios sigan engrosando las cifras de muertes cada año.

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Sábado 11 Enero, 2014

HORA: 12:00 AM

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