Editorial
El acelerado deterioro de la infraestructura nacional está a flor de piel, y para muestra un botón: los constantes cráteres que han venido apareciendo por doquier en todo el país.
Y es que literalmente en materia de infraestructura, el país se cae a pedazos. Más allá de estos enormes huecos, las calles muestran desmejoras, la calidad de muchos puentes son una bomba de tiempo y la estructura vial actual tampoco responde a la modernidad de nuestros tiempos.
Debemos igual ser conscientes que mucho del aceleramiento en este deterioro también se debe al impacto de la naturaleza, pero no es la única razón.
Este también es el resultado de una gestión deficiente acumulada de muchos años, donde la lentitud en la ejecución de las obras incluso impactó en demasía.
Por años el país se dedicó a dejar de hacer obra pública relevante, para enfocarse en tapar “parches”, con un resultado insostenible a hoy, al punto que nos encontramos rezagados y cuya factura para alejarnos de este atraso es bastante alta.
Muchos costarricenses se preguntan por el destino o la buena y mala inversión de miles de millones de dólares que se han gastado en contratos, para algunos jugosos, en mantenimiento y construcción de carreteras, en fiscalizaciones de proyectos que no han terminado de la mejor manera y que además han sido un gran escándalo.
Miles de costarricenses sufren en carne propia las enormes presas a diario, pero más allá de eso hay un efecto muy duro a la competitividad del país.
Requerimos aún de buenos puertos para sacar y traer productos, de carreteras óptimas y modernas para transportarlos, y aunque se escucha de inversiones importantes con préstamos internacionales la realidad es que a casi terminar este gobierno todavía no hay mucha claridad por parte de la población de las iniciativas que se financian con el último “combo de préstamos” para infraestructura aprobado a inicios de esta administración.
Ahora nos hablan de un nuevo proyecto en la ruta 32, y todavía está pendiente si avanzará alguna iniciativa con la vía San José- San Ramón. ¿Pero cuántos años pasarán para verlas hechas una realidad?, ¿otros 30 años como sucedió con Caldera? Ojalá y que no.
Uno de los mayores problemas es la duración de los trámites para la ejecución de los mismos, de ello somos conscientes, pero esto debe cambiar.
Costa Rica está obligada a realizar grandes cambios en esta materia, ello pasa por simplificar gestiones, mejorar la planificación de las obras, inversiones de corto, mediano y largo plazo claras así como acordes a los tiempos actuales, y sobretodo una mayor rigurosidad en los controles, sin que ello sea sinónimo de burocracia.
Ello debe hacerse pronto de lo contrario, como hemos señalado, la factura podría volverse impagable y con nefastas consecuencias.
