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Opinión

Editorial

La semana pasada el país entero se conmocionó ante la pérdida o “robo” (por algunas horas) de una bebé de tan sólo dos meses en las instalaciones del Mercado de la Coca Cola en San José.

 


De inmediato la voz de alerta de la policía y el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) difundieron la imagen de la menor en medios de comunicación y redes sociales.  Ello permitió que la solidaridad, así como la capacidad de respuesta del pueblo costarricense, facilitara en cuestión de horas dar con el paradero de la menor. Fue un acto sorprendente que hace a este pueblo grande en su humanidad.

 


Aunque dentro del hecho registrado existen versiones encontradas, los cuales la investigación judicial deberá de dilucidar, lo sucedido nos pone a pensar sobre el cuidado que se debe tener con nuestros hijos.

 


Por tradición el perfil del costarricense es de pensar bien, de ser confiados a veces hasta de manera inconsciente, sin medir las consecuencias de actos menores que pueden abrir espacio al peligro de nuestros hijos. En el pasado se han registrado casos de jóvenes que salen a la pulpería, que regresan solos de centros educativos, o bien, que gozan de permisos o no de sus padres para ir a determinados lugares de los que muchas veces no regresan o se convierten en víctimas de actos atroces.

 


Desgraciadamente no podemos dejar de lado que la Costa Rica buena donde se podía vivir casi que con la puerta abierta en nuestras casas es cosa del pasado, con remotas excepciones. Hoy es toda una realidad la operación de redes dedicadas al tráfico de menores, a la trata de blancas donde las jovencitas y niñas se vuelven el objetivo de estos desgraciados.

 


También existen grupos dedicados a raptar pequeños para traficar con sus órganos; estudian a las víctimas para robarlas en el momento menos esperado, cuando esos descuidos terribles les dan la oportunidad. De estas redes de malechores no se habla mucho, pero son toda una realidad en el mundo de la cual Costa Rica, por desgracia, no escapa. En otros países son más frecuentes la trascendencia de estos hechos.

 

Precisamente ante ello es que queremos llamar la atención de padres de familia, docentes, vecinos, amigos y autoridades. Todos debemos trabajar en la construcción de una sociedad mejor. Esto nos obliga a poner más atención y sacar tiempo para cuidar a los jóvenes y niños, nuestro futuro nacional. Cierto, no podemos vivir bajo la alarma del peligro que pueda acecharnos, pero tampoco debemos estar dormidos o ajenos a este tipo de situaciones. Es imperioso tener cuidado, saber dónde están nuestros hijos y con quién, igualmente formarlos en cómo actuar ante momentos de peligro como éstos. ¡No bajemos la guardia!

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Lunes 13 Mayo, 2013

HORA: 12:00 AM

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