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Opinión

Editorial

Si bien es cierto la cantidad de mujeres inmersas en el mercado laboral va en aumento cada año, también lo es que las condiciones son cada vez peores.


Más del 60% de la fuerza de trabajo femenina corresponde a jefas de hogar, que hacen mil malabares para pagar la casa, comprar comida, mandar hijos a la escuela y atender emergencias.


El resto comparte -podríamos decirlo de alguna forma- los gastos con su esposo o pareja, sin embargo en ambos casos el mercado se ha ensañado con ellas y las deja a merced de la necesidad y la desprotección estatal.


Para entrar en números, al segundo semestre de 2013 más de un 16% de las trabajadores estaban subempleadas, es decir laboran menos de las horas estimadas por ley y de igual forma reciben su paga, de acuerdo con la última Encuesta Continua de Empleo del Instituto Nacional de Estadística y Censos.


Esta cifra era del 10% hace dos años, lo que indica un significativo aumento en dicha condición.


Cabe destacar que las consultadas en el estudio fueron claras al admitir que por sus condiciones de vida estarían dispuestas a dedicar más tiempo a sus tareas, pues así podrían percibir ingresos mayores.


Hay un 23% que no alcanza ni siquiera el salario mínimo estipulado por el Ministerio de Trabajo.


La misma situación se vio reflejada desde 2011, cuando un 17% adujo estar por debajo de la paga mínima garantizada.


Aun así las madres siguen buscando opciones para sacar adelante a sus familias, lo que es aprovechado por patronos inescrupulosos, que operan al margen de la legislación.


Para ampliar el panorama, actualmente solo un 41% disfruta de seguro social porque más de la mitad de los patronos prefiere hacerse la vista gorda con las cuotas y valerse del estado de vulnerabilidad de sus colaboradoras para operar.


Cada vez más mujeres desean trabajar y llegan a tocar puertas en busca de empleos, pero se enfrentan a labores no calificadas, subempleo y salarios bajos, factores que se convierten en discriminatorios y reflejan el comportamiento del mercado laboral costarricense.


Ganar menos, hacer horas mínimas y optar por puestos que requieren poco nivel de preparación académica son hoy por hoy causas del aumento de la pobreza.


Está demostrado, el incremento de las féminas que optan por salir a la calle para ganarse unos pesos obedece principalmente al abandono del hombre proveedor.


Esto obliga a muchas a aceptar condiciones inadecuadas con tal de llevar sustento a sus hijos y en algunos casos padres mayores, pues la familia depende solo de sus ingresos.


La situación de abuso no es nueva, tampoco halagadora, por el contrario, deja ver las desventajas que enfrenta la fuerza laboral femenina en un mercado que sigue marcando abismales diferencias en el género.


Aun cuando las reglas del juego están claras, las empresas siguen ofreciendo alternativas irregulares a sus empleadas, pues conocen en buena parte sus necesidades.


La deficiente supervisión estatal también hace de las suyas.


Es justo acá donde las entidades a cargo del tema género, enfocadas en velar por la protección no solo física sino también psicológica y laboral de las mujeres, están llamadas a meter mano y emprender acciones.


No se trata de simples protestas, ya es hora de ver propuestas serias y viables, que mejoren la calidad de vida de las mujeres en el mercado laboral con puestos adecuados y salarios competitivos.


Parece mucho pedir, pues las mujeres en este país carecen de representación absoluta. ¿De qué sirve tener un 40% de participación política si eso no se refleja en las cifras diarias? Nunca antes hubo en el poder tantas burócratas y tan pocas acciones favorables.


¿Qué ha hecho la Presidenta, pues una buena parte sus votos fueron emitidos por homólogas? A las diputadas les preguntamos dónde están esos proyectos y leyes a favor de las mujeres. ¿Las ministras qué hacen por las privadas de libertad, las féminas en extrema pobreza y las madres solteras? Ni que decir de las adolescentes embarazadas o abusadas.


Es más que evidente que las cuotas impuestas por ley, que no han venido a modificar las condiciones de vida de miles de mujeres, madres y jefas de hogar, parecieran convertirse en un mérito personal y un peldaño más en el mapa de las aspiraciones de alguna que otra señora.


La presidenta ejecutiva de la Caja también cabe en la lista, pues una buena cantidad de mujeres no tiene seguro social porque los patronos irresponsables y el mal cobro de la entidad siguen permitiendo los perros amarrados.


Otro gallo cantará cuando las elegidas y las escogidas aterricen en la realidad y atentas a sus deberes no solo de representantes sino de mujeres y ciudadanas ofrezcan alternativas que varíen el panorama y ayuden a descender esos números tan deplorables del entorno laboral femenino en Costa Rica.

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Martes 13 Agosto, 2013

HORA: 12:00 AM

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