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Opinión

Editorial

Las redes sociales son una vez más el vehículo idóneo para dar a conocer hechos relevantes, eventos en el mundo sin precedentes que mueven masas, esta vez se ejercitan para pedir justicia y respeto a los derechos humanos de una mujer condenada en Dubai luego de haber denunciado ser violada.


Se trata de Marte Deborah Dalelv de 24 años, originaria de Noruega. Diseñadora de interiores contratada por una empresa radicada en esa nación perteneciente a los Emiratos Árabes Unidos y donde hace un par de días fue sentenciada a 16 meses de prisión por los delitos de relaciones sexuales extramaritales, falso testimonio e ingesta de licor.


La historia de esta mujer es tan dramática que le da en estos momentos la vuelta a todo el orbe y concentra ya los esfuerzos de las más poderosas organizaciones no gubernamentales en defensa de sus derechos femeninos, los mismos que parecen ser inexistentes en dicho lugar.


Millones de pobladores de decenas de países piden por la web clemencia y repudian semejante acto, hacen un llamado a las altas autoridades de Dubai a revocar la sentencia y reivindicarse en la lucha de derechos humanos fundamentales como recibir asistencia policial sin politizar y matizar religiosamente los hechos. La protesta multitudinaria logró los efectos deseados y por supuesto las amenazas de Noruega.


La joven quien decidió revelar su historia no es la única que vive tan dramática situación, en este país regido por el Islam al menos cinco mujeres más sufrieron condenas por ataques sexuales de los que fueron víctimas mientras estaban de vacaciones o trabajando.


Dubai aparece en el escenario geográfico como un territorio de grandes riquezas, inversiones incuantificables y desarrollo. Sin embargo, su sistema político y judicial sigue operando al margen de las leyes del islamismo, situación que a todas luces parece contradictoria entre tanta modernidad, pero que encierra a las mujeres en un marco de total desprecio y las encasilla como simples cosas.


Noruega ha sido más que claro, la ciudadana recibió todo el apoyo necesario para sobrellevar la triste realidad que le circunda, pero además advirtió que la condena sin el menor de los reparos podría afectar las relaciones entre ambas naciones.


Y es que no se trata de un simple hecho de connotaciones meramente espirituales, el ultraje a la diseñadora de interiores es hoy parte de una insensible realidad que viven millones de féminas en naciones regidas por el Islam que a diario ven violados sus derechos hasta los más fundamentales.


El violador por su parte goza de libertad y si bien tuvo que enfrentar a la justicia por los mismos delitos su pena fue de tan solo un año. El ultraje a los derechos de Marte es tan evidente y magnificado que la empresa para la cual laboraba desde el 2011 se lavó las manos en el proceso y sin consideraciones la dejó sin trabajo.


Ni el Corán, texto sagrado del Islán, que de acuerdo con los musulmanes contiene la palabra de Dios revelada a Mahoma, hace divisiones de género, por el contrario llama a la igualdad entre hombres y mujeres.


Más que un asunto espiritual, el tema trasciende los límites de las libertades y los derechos que asisten a todo ser humano.


Organismos Internacionales deberían hacer fuertes pronunciamientos ante dichos casos y establecer como medidas mínimas de incorporación el respeto y la dignidad humana. Pero además tendrían que hacer un fuerte llamado a las convenciones sobre privados de libertad y las garantías en procesos judiciales más si se tratara de extranjeros.


No es posible, desde ninguna óptica, que el mundo siga permitiendo tales atropellos en nombre de la cultura o la religión (que todo respeto merece), pero no debe sobrepasarse en poder.


Las mujeres han logrado a base de esfuerzo posicionarse en la postmodernidad en puestos estratégicos y cruciales a nivel no solo económico, sino político y profesional, pero aún hay millones sufriendo avasallamientos y hasta perdiendo la vida por sus propuestas y su ánimo por derribar un machismo fundamentalmente estúpido.


Marte es una víctima más, pero mucho habría que decir de la historia de Malala, la niña a quien intentaron matar en Pakistán por el simple hecho de pedir educación y cree que esta es la herramienta para abrir las puertas de un futuro prometedor.


¿Quién defiende a estas mujeres en el Oriente Medio, en las tribus africanas donde suceden los casos más atroces como mutilaciones genitales y lapidaciones que acaban en muerte?


Ya es hora que los altos comités internacionales apliquen sanciones severas a las naciones que atentan contra la integridad de féminas y niños, nada justifica la brutalidad ni el irrespeto. Los humanos no pueden acabar reducidos a la nada por el antojo de unos cuantos.

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Jueves 25 Julio, 2013

HORA: 12:00 AM

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