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Opinión

No a la democracia retórica y de papel

Arnobio Maya Betancourt

La expresión “democracia” es quizás una de las más socorridas de cuantas se utilizan en nuestro idioma cotidiano, especialmente cuando se aproximan los momentos electorales.
Pero lo más sintomático y preocupante es que la mayoría de la gente la ingiere porque sí, como si ella fuera, por sí misma, el remedio de todos los males, sin analizar realmente lo que significa, sobre todo en la acción, en la práctica, en los hechos empíricos concretos y cómo es que la utiliza la clase social que tradicionalmente ha detentado el poder, como si fuera cosa propia, en toda la historia nacional.
Siempre, para cualquier subterfugio, para defender cualquier intencionalidad generalmente de enriquecimiento y privilegio, corrupción hoy, los detentadores del poder la mencionan con locuacidad impresionante, se parapetan en ella y elogian sin medida.
Sin embargo ¿cuánto de democracia real, no formal, ni falsaria, se da en nuestra realidad cotidiana nacional?, es la pregunta que todo el mundo debiera formularse y, desde luego, intentar responder.
Democracia es participación libre, consciente, sin coacción, seducción o manipulación de ninguna clase, son los derechos humanos legítimos, es el respeto por el hombre o mujer total, su proyección y desarrollo. ¿Cuánto se da esto en nuestra realidad cuando la misería humana y la pobreza crecen, crece el desempleo, crece la imposibilidad educativa, la carencia de vivienda, el deterioro de la salud, la violencia doméstica, la drogadicción y cada vez más la desesperanza y la frustración de la gente ante sus necesidades básicas y quienes engañosamente los han gobernado y les niegan día tras día la ilusión y el derecho de un mejor futuro? ¿Cuán respetado se siente usted en esta sociedad? ¿Cómo está la satisfacción de las necesidades esenciales, básicas dijimos antes? ¿Cómo se le permite participar o no en las decisiones que son útiles y necesarias para el país y toda su comunidad nacional?
Con estas y otras preguntas podríamos calibrar el grado o el nivel de democracia que se tiene en un pueblo y todo ello porque democracia no son los enunciados teóricos de que comúnmente se abusa a través de los diversos medios, no son los discursos generalmente oportunistas de plaza pública, insulsos cocteles o a veces de fementida academia, no son los enunciados en papeles o carteles o la propaganda que dilapidando el erario del país narcisistamente se hacen algunos gobernantes signados por sus propios intereses o por su absurda necesidad de reconocimiento cuando las ya habituales encuestas se les hacen amenazantes, democracia son realidades concretas, democracia son hechos visibles por la evidencia de bienestar social, progreso y desarrollo justo y equitativo, no son dádivas, concesiones facilistas o de conmiseración, sino derechos que se pelean y se conquistan.
Hemos querido formular estas reflexiones en este espacio que nos da el generoso albergue de Diario Extra, en gesto democrático, en este momento en que el debate por quienes serán los más legítimos y eficientes representantes de los Poderes Ejecutivo y Legislativo en Costa Rica, para los próximos años, va tomando su mejor y ubicado cuerpo, en momentos en que la democracia, la cierta, la legítima, la confiable, ha venido en ascendiente crisis y desfiguración en todo el mundo desde hace ya bastante tiempo, hasta tal punto que su amorfa figura y significado exige “cuidados intensivos” y también seguramente el que sea reinventada, porque dicho mundo y así la actual y lamentable pandemia Covid-19 lo ha evidenciado elocuentemente, ya no es capaz con el desastre humano, económico, cultural, espiritual y moral que desde hace tiempo lo sitia y lo atosiga.
Se aproximan unas elecciones de los dos más importantes poderes del Estado, pero cuánto ha avanzado realmente la gente, los potenciales electores, en la adquisición o aprendizaje de una conciencia clara de lo que es realmente la democracia y de conformidad con ello atender su voto o elección responsable para las mejores personas que sean los dignos y ante todo éticos representantes del pueblo, sus necesidades e intereses, para que los procesos electorales y la gestión pública no se conviertan o mejor continúen como periódico espacio de arrepentimientos.
Es ya tiempo de que la sociedad, y especialmente la educación, afronten responsablemente el ejercicio permanente de una pedagogía de la democracia que conduzca a que esta recupere para su población su verdadero significado práctico y así evitar los taumaturgos y “encantadores de serpientes” que cada cinco años se lanzan al ruedo de la política y del legítimo deseo de los pueblos a ofrecer su castillo de imposibles que termina avalando la ya conocida y popular sentencia de que los pueblos tienen o llegan a tener los gobernantes que se merecen y ello porque su ingenuidad y su analfabetismo también político y social no les permite apuntar con su voto a lo más sensato que les conviene.

*Licenciado en Ciencias Sociales y Económicas, Psicólogo Organizacional y Exasesor de Unesco

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Sábado 23 Octubre, 2021

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Arnobio Maya Betancourt*

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