El podio de la corrupción

Editorial

Costa Rica es un país reconocido a nivel internacional por su biodiversidad, por Keylor Navas y el fútbol en general, por el turismo y el posicionamiento de la marca país, por el rico aroma del café y el tradicional “Pura Vida”.

Cuando se escucha que el nombre de la patria destaca en posiciones de liderazgo, por lo general, a los costarricenses se nos llenan de orgullo las venas, pero cuando en ese “puesto de honor” corresponde a un estudio sobre corrupción, la cosa cambia y más bien la vergüenza se torna insoportable.

Una encuesta de la firma Cid Gallup sobre opinión pública muestra en el mapa latinoamericano a Costa Rica como el tercer país con mayor corrupción percibida por el ciudadano con respecto al Gobierno.

Para ilustrarlo con los Juegos Olímpicos que se están desarrollando en Tokio, nuestro país se llevó la medalla de bronce entre las naciones más corruptas en América Latina, afianzándose en el podio de la corrupción.

El estudio muestra que cuatro de cada 10 costarricenses tiene desconfianza del aparato estatal y cita la corrupción gubernamental como el principal problema nacional, lo que se debe ver con lupa.

Además, llama poderosamente la atención que el análisis de campo se hizo en mayo, es decir, un mes antes de que estallara ante la opinión pública el escándalo de La Cochinilla, por lo que no es de extrañar que, si se hiciera la medición nuevamente, se corra el riesgo de que lideremos ese ranking en la región.

Cada vez que estalla algún escándalo ante la opinión pública, las autoridades del Poder Ejecutivo prefieren optar por el silencio, el hermetismo y ocultamiento de agenda, lo que lleva en muchas ocasiones a cuestionar el manejo de la comunicación.

En lugar de buscar mecanismos y estrategias para que la ciudadanía les tenga una mayor confianza a sus labores, ciertamente impulsan el efecto contrario.

Costa Rica está cada vez más lejos de ser esa Suiza centroamericana que nos dijeron históricamente. Ahora tenemos señalamientos por tintes de corrupción y duele que este tipo de informaciones salen a la luz pública y logran trascender fronteras hasta los medios internacionales.

Cuando se ve esa encuesta y se observa que Costa Rica está por encima de países conocidos por tradición como que sus administraciones levantan la bandera de la corrupción, el hecho debiera llenarnos pena ajena y deberíamos buscar el modo de combatir, entre todos, las acciones que generan esa percepción.

Un caso es el de Perú, donde se visualiza destitución de presidentes, problemas de mandatarios con la justicia y hasta el suicidio de un exjefe de Estado, quien prefirió quitarse la vida de un disparo en la cabeza que enfrentar la justicia, hecho que ocurrió con Alan García y el caso Obredecht.

Incluso preocupa que Costa Rica esté por encima de Argentina, país donde un fiscal general de la República como Alberto Nisman denunció a la entonces presidenta Cristina Fernández y miembros de su gabinete por abuso de autoridad ante una supuesta confabulación para dotar de impunidad a los imputados de nacionalidad iraní en la causa AMIA y la noche antes de rendir cuentas frente al Congreso de la República sudamericana apareció muerto con un disparo en la cabeza.

El decir que Costa Rica esté por arriba de Nicaragua y Bolivia, países en donde el Poder Ejecutivo tomó el control de forma indefinida y se denunciaron presuntas invasiones del Ejecutivo al resto de los poderes y que la oposición quedó indefensa ya es mucho decir. Hubiese sido interesante que se contemplara en la encuesta a países como Brasil o Venezuela, donde el descontento popular es muy fuerte, pero que no se encuentran en el estudio.

Pero, aunque no estén, sí urge prestarle atención al comportamiento de Costa Rica, donde la corrupción no figuraba dentro de los problemas principales según la población y ahora se destaca dentro de los primeros sitios de importancia con respecto a las preocupaciones.

La responsabilidad aquí es de todos, empezando por el pueblo. ¿Y por qué el pueblo? Cada cuatro años se nos invita a los costarricenses a acudir a las urnas para tomar la decisión sobre quiénes nos agradaría que tomen las riendas de este país por los próximos cuatro años, sin embargo, el abstencionismo dice mucho.

En segundo lugar, y quizá el más importante, las autoridades de turno deberían encargarse de que la población sea lo más productiva posible, pero más bien se le busca hacer zancadillas para evitar el progreso. Eso pasa principalmente durante esta Administración.

Esperemos que la encuesta de CID Gallup sea un fuerte llamado de atención. El semáforo está encendido de forma intermitente. Está en manos de todos los involucrados corregir a tiempo este asunto, de lo contrario será muy tarde.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

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Jueves 29 Julio, 2021

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