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Opinión

Con el papa y su curia

Juan Luis Mendoza

Por medio del cardenal Juan de San Pablo se les hace posible a Francisco y compañeros la entrevista con el papa Inocencio III. Y lo primero es echarse a sus pies y decirle con gran reverencia: “Deme su bendición, santísimo Padre”. Al reconocerlo, el sucesor de Pedro muestra en su rostro sonriente complacencia y simpatía. Y disposición para escuchar. 

En resumen, Francisco le explica cómo aspiran a vivir el Evangelio al pie de la letra, en pobreza suma valiéndose de su trabajo para subsistir mientras se dedican lo más que puedan al apostolado de la predicación, primero con el ejemplo, después con la palabra. En consecuencia, vestir pobremente, aunque sin despreciar y juzgar a los que lo hagan ricamente, vivir amándose y cuidándose unos a otros delante de los ojos del mundo para que los demás hagan lo mismo. Responder perdonando y haciendo el bien a los que se les opongan y hagan el mal. Acoger a cuantos se les acerquen incluyendo a los salteadores de caminos, siendo los preferidos los leprosos y mendigos… Ante la extrañeza de algunos cardenales, Francisco se apresura a añadir que todo ello y más lo han podido ya practicar con la infaltable ayuda de la gracia divina.

Ahora, es verdad, son muy pocos y entusiastas jóvenes, llenos de ideales y fuerza. Hay que ser también realistas y contar con qué para llevar adelante la empresa de semejante transformación en la Iglesia. Los hermanos, según la experiencia de sus propias vidas, cuentan con el poder de la misericordia y gracia de Dios. Mientras tanto, al papa que en sus años jóvenes habría participado de parecidos ideales, observa el Padre Larrañaga, “le nació una profunda simpatía por el Hermano. Hubiera querido decirle ahí mismo: Tienes mi bendición, comienza. Pero era bueno que los cardenales sometieran a prueba al profeta y cribaran su programa. Seguía con mucho interés el debate”. 

En decidido apoyo sale el cardenal Juan de San Pablo, siendo consecuente con Francisco y sus seguidores, siéndolo éstos con el mismo Jesucristo y su Evangelio, y el papa así lo ve también. No obstante, y para no echar a perder tan altos deseos y verdades, decide suspender la sesión, se acerca a Francisco, le toma cariñosamente del hombro y le dice: “Ánimo, hijo mío; busquemos limpiamente la voluntad de Dios. Ruega para que el Señor mismo nos la muestre”.

Aquí quedamos. La historia sigue, Dios mediante, otro día.

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Sábado 11 Julio, 2020

HORA: 12:00 AM

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