Salude y siga
¿Me lo apunta? / Jaime Hernández
Estos días tan complicados para todos nos marcan en todos los frentes. Ante la polarización, nos saltamos los grandes temas actuales y evitamos hablar del elefante que tenemos en la sala. Y es que, si resumimos el año 2018, vemos que no hemos tenido un solo día en que no nos hayamos encontrado ante algún dilema urgente del que dudo que el mismísimo Hamlet saliera del paso fácilmente.
En la socialización diaria hay una saturación tan elevada que tácitamente todos decidimos a no hablar ya más de los temas centrales. Nos contamos viejas anécdotas y hablamos de algún programa visto en la televisión antes de analizar una vez más la realidad política y social en que vivimos.
Porque ¿dónde empezar? Ni siquiera voy a mencionar los muchos temas que están sobre la mesa. La carga política que sostenemos entre todos nos asfixia y nos hace comportarnos como quien observa un pequeño bulto en alguna parte de su cuerpo y prefiere no hacer ni decir nada en vez de correr a hacerse una revisión al médico.
Ya el 18 no nos puede pedir más decisiones. Nos haremos los locos, decoraremos temprano cada una de nuestras casas con lo que pudimos guardar del año pasado después de Navidad, lucecitas incluidas, caminaremos los centros comerciales sin bolsas de compras porque no estamos como para estrenar mucho y esperaremos que algún familiar, con plata o sin conciencia, nos invite a un tamal.
Tal vez el 2019 nos salve, pensamos. Ya lo que queda de este año es prácticamente nada porque una vez cobrado el aguinaldo perderemos la memoria, adelantaremos vacaciones, iremos a graduaciones de niños propios o ajenos, aceptaremos todas las fiestas, incluida la de la oficina que siempre es tan sin gracia, daremos el regalo del amigo invisible y veremos todas las versiones del Señor Scrooge que nos regale la tele.
Arbolito, pasito, escarcha, rompope, gorrito de Colacho, astas de reno en el carro, y delicadamente nos deslizaremos hacia el año que sigue sin mover mucho alrededor, sin más ruido que el que haga algún cascabel o un tamborcillo, mirando sin ver hacia los lados, saludaremos sonrientes sin saber mucho detalle y con suerte llegaremos al 19 sin que se nos caiga el castillo de naipes en que vivimos.
